Fotos: GEC
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El Vacunagate es un caso de corrupción que ha destruido la legitimidad y la confianza en las autoridades del Estado y la universidad de medicina más prestigiosa del Perú; esto le ha hecho mucho daño a la institucionalidad democrática.

El daño es tan grande que aunque los metan presos, aunque los destituyan de sus cargos públicos, así los despidan de sus trabajos o, incluso, los inhabiliten  para ejercer la función pública hasta por diez años, la confianza de la ciudadanía ante quienes tienen poder se ha perdido.

Mientras enfermeras y otros profesionales de la salud dejaban el alma salvando vidas; la ministra y los viceministros de Salud ya se habían vacunado, la canciller de la República y el expresidente Vizcarra también.

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Pero no es la vacunación en sí lo que nos ha herido. Lo que nos ha destrozado es la MENTIRA, la innecesaria y brutal mentira.

La confianza se basa en la verdad, en la  delicada y frágil sensación de seguridad que me dan tus palabras en base al respeto que te tengo, eso se acabó. Sin embargo podemos recuperarla si el presidente Sagasti, la Fiscalía de la Nación, la Contraloría General y la Procuraduría hacen bien su trabajo.

Finalmente, la herencia virreinal de los privilegios por los cargos no ha cambiado nada desde hace dos siglos. Estamos todavía lejos de ser una república de ciudadanos y ciudadanas,  esa es nuestra tarea, nuestro reto, y nuestra responsabilidad.

Disclaimer: Quien escribe esta columna es candidata al Congreso de la República por el Partido Morado.