Martín Vizcarra
Martín Vizcarra

Si la política nacional de estos días fuera una serie de televisión, sería una telenovela. Lenta, predecible y con escenas repetidas hasta el hartazgo. Pero engancha. La diferencia estaría en que les tenemos poco aprecio a los protagonistas. Todos parecen villanos. El segundo intento de vacancia de Kuczynski se juega el próximo jueves y las apuestas sobre el resultado todavía están divididas. No sabemos qué cálculos estarán realizando los congresistas y sus caudillos. Hasta ayer, todas las bancadas, excepto la oficialista, habían mostrado el pulgar hacia abajo, pero nunca se sabe con estos partidillos. El oportunismo suele ser impredecible. Seguramente querrán coincidir con las inapelables encuestas o distraernos un ratito de tanto Barata o cobrarse algunas revanchas (por ejemplo, el keikismo la tiene servida para tumbarse al principal aliado de PPK, el kenjismo).

En esta telenovela, el presidente es un boxeador desacreditado que ha caído por segunda vez a la lona, parece que apenas tiene fuerzas para levantarse y se ha quedado con pocos seguidores alentándolo. Si Kuczynski es vacado, no será por la inútil grandilocuencia de su abogado ni porque la defensa de la gobernabilidad se quedó con la guardia abajo. Si pierde será porque se ha vuelto tan ridículo defenderlo como atacarlo. Y si no es destituido, la situación del país seguirá empeorando pues tendremos un presidente que no gobierna ni lidera y una clase política asediada por el sistema de justicia, la prensa y el desprecio de la ciudadanía.

Así, Martín Vizcarra llegaría al sillón presidencial solito y criticado por el quebrado oficialismo. Asumiría el desafío carente de organización, sin operadores políticos. Encima, según la última encuesta de Ipsos, el exitoso gobernador de Moquegua recibiría la banda presidencial como un perfecto desconocido para la gran mayoría de peruanos. Sin embargo, nada de esto es necesariamente negativo. Un regla básica del diseño de estrategias es aprovechar en silencio las fortalezas y convertir las debilidades en ventajas. Al ser un desconocido, podría diferenciarse con facilidad de los embarrados políticos actuales. Al no tener pandilla, podría convocar a un gabinete –ahora sí– de transición realmente amplio. Y si lo friegan, podría renunciar sin más.

Vizcarra podría recibir el mandato presidencial sin haberlo perseguido y eso podría ser muy popular. Y podría retomar el estilo Paniagua: perfil bajo, pocos ofrecimientos y orientación hacia los resultados. Y cuando se pregunte quién es este señor, se sabrá que su experiencia ha sido solvente. En fin. Cuando no hay salidas, nos inventamos una. Y decidimos creer en ella para no ceder al nocaut colectivo. Así que reconozco que estas líneas son algo desesperadas. Y muy temerarias. Ya veremos, pues, si no estamos creyéndonos nuevamente nuestro propio cuento.