Siembra vientos y cosecharás tempestades

“Y no faltan, felizmente, quienes advierten sobre ciertos excesos judiciales en un país donde lo común han sido las arbitrariedades institucionales”.
Siembra vientos y cosecharás tempestades. (Pixabay)

Los personajes teatrales más verosímiles son aquellos que se alejan del arquetipo, que nos sorprenden, que llegan a ser tan singulares que nos hacen sentir que son reales. Nada más desconectado del público que el personaje que reproduce estereotipos. Pues bien, parece que nuestros políticos no saben de actuación (¡sic!). Los vemos empecinados en demostrar, día a día, declaración tras declaración, que todos los prejuicios que tenemos sobre ellos son válidos. Lo suyo es actuar como oportunistas, sinvergüenzas o corruptos. Como los malos de una película barata.

Ahora están fregados. Todos están pedidos. Unos gimen ante la prisión preventiva, otros la asumen desafiantes. También están los que acusan de totalitario a un régimen raquítico y acorralado por el hartazgo popular y la desconfianza suprema en las leyes y sus procedimientos. Y no faltan, felizmente, quienes advierten sobre ciertos excesos judiciales en un país donde lo común han sido las arbitrariedades institucionales. Pero estos vicios no son nuevos, señoras y señores.

Esta tempestad es su cosecha. Si alguna arbitrariedad quieren denunciar, deberían comenzar por la sincera autocrítica. Ahora advierten los peligros de la polarización quienes la fomentaban con entusiasmo. Ahora denuncian manipulación en el Poder Judicial quienes la cultivaban metódicamente. Ahora se lamentan del sesgo de la prensa quienes antes la compraban al contado. Ahora señalan autoritarismo en el presidente novato quienes antes lo lucían con orgullo y prestancia. La justicia mediática tampoco es nueva, antes la habían azuzado exitosamente contra sus enemigos. No entiendo, pues, por qué están tan sorprendidos.

El rechazo de la gente no es nuevo, lo nuevo es que se haya encontrado una Fiscalía para cargarla contra ellos sin disquisiciones. Y la arbitrariedad siempre será peligrosa para todos. Que ahora reclamen por los derechos humanos, el debido proceso y la presunción de inocencia quienes antes los menospreciaban, es saludable. Y bien harían en contribuir a favor suyo y del país, haciendo el balance y la autocrítica correspondientes. Para avanzar como nación debemos aprender a ganar sin hacer trampa, a servir sin servirnos, a nombrar al pueblo sin camuflar nuestras razonables aspiraciones. Salgan del cliché. Asuman sus responsabilidades. Conecten con la gente. Nunca es tarde.

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