Martin Vizcarra dando el mensaje a la nación el 16 de septiembre del 2018 donde anunció la Cuestión de confianza (Foto: Presidencia Perú)
Martin Vizcarra dando el mensaje a la nación el 16 de septiembre del 2018 donde anunció la Cuestión de confianza (Foto: Presidencia Perú)

El presidente se la jugó con el anuncio del domingo pasado. Y le fue bien. Puso en jaque al fujimorismo sin necesidad de comerse todas sus fichas. Jugando, además, con una sola ficha. Con seguridad, la gente no entiende bien qué es esto de la cuestión de confianza ni qué implica. Inclusive muchos líderes de opinión han mostrado que tampoco comprenden su pertinencia institucional. Sin embargo, para la opinión nacional, está claro que el jugador debilucho viene ‘buleando’ al más achorado.

El resultado de la votación del miércoles en el Pleno habla menos de la fortaleza de un gobierno que, todos lo sabemos, es contingente, tiene escasos recursos organizativos y una débil potencia programática. Si Vizcarra sube aún más en las próximas encuestas, será porque viene arrinconando a la clase política más desprestigiada de las últimas décadas. No habrá sorpresa. Lo que sí sorprende es la negligencia política de la fuerza número uno. Para reír y llorar.

Ha sido muy divertido observar a los voceros fujimoristas declarar un día una cosa y, al día siguiente, lo contrario. A los miembros del Frente Amplio votando en contra de la cuestión de confianza cuando la habían respaldado horas antes, solo para dejar en claro que lo suyo es un asunto que nadie ha evocado, esto es, una nueva Constitución. Al presidente del Congreso afirmar que la autonomía del Legislativo es innegociable, en evidente vocación dilatoria, y ponerse inmediatamente solícito ante el peligro de que su partido se quede otra vez en posición adelantada (otros sugieren ante el peligro de quedarse sin chamba y aguinaldo). A los congresistas trabajando contra el reloj, hasta tarde, sin dormirse sobre sus pupitres ni distraerse mirando la penúltima página del semanario que ya casi nadie lee.

Millones de peruanos, no solo los antifujimoristas, se han quedado con las ganas de que se cierre el Congreso. En estos momentos, a la ciudadanía no le importa el contenido de las reformas propuestas, ni su pertinencia y utilidad; lo que valora es la actitud agresiva con la que vienen siendo tratados esos políticos considerados convenidos, corruptos y negligentes. Puro fastidio.

Mucho hartazgo. Y esto, más allá de los efímeros resultados políticos de esta semana, viene dando cuenta de la miseria con la que gobernantes y gobernados tratamos la cuestión pública. Una semana divertida, ciertamente, pero también preocupante.

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