Jorge Muñoz fue recibido esta mañana, por primera vez, por el jefe de Estado en Palacio de Gobierno. (Renzo Salazar/Perú21)
Jorge Muñoz fue recibido esta mañana, por primera vez, por el jefe de Estado en Palacio de Gobierno. (Renzo Salazar/Perú21)

Hay gente a la que le parece inexplicable el despunte ganador de Muñoz en diez días. Pero si miraran con calma los sondeos de los últimos meses, se darían cuenta de que más de la mitad de los electores no habían decidido su voto y estaban esperando llegar al final para recién mirar la carta del menú.

Los punteros estuvieron largo tiempo allí por defecto. Tal vez porque sus nombres sonaban, no porque hubieran conquistado el interés de los displicentes electores. Dos semanas antes de las ánforas, seguíamos en un escenario de demanda apagada y oferta insignificante.

El domingo pasado quedó claro que persiste una ciudadanía que busca al candidato con perfil de caudillo, aquel que ofrece acabar con el caos gracias a un voluntarismo a prueba de todo tipo de obstáculos institucionales. Un viejo conocido. Pero hay otra demanda, principalmente joven, que viene buscando, por ahora en Lima, un perfil de autoridad con experiencia y logros en la gestión pública, con formación profesional y lenguaje técnico. Es un perfil que se aleja del político y el antipolítico (o aventurero) tradicionales, esos que han zarandeado al país en las últimas décadas. Esto es nuevo e incipiente. Una buena parte de esa base electoral encontró en Guzmán, primero, y luego en PPK a esa figura todavía novedosa (ciertamente, Kuczynski la abandonó para convertirse en un fiasco).

Mirar desde los ciudadanos la evidente decadencia del sistema político actual puede ayudarnos a distinguir qué actores podrían tener cuerda para rato y cuáles vienen irremediablemente de bajada. Hay un elector nuevo, casi siempre desconectado de la política local, pero interesado en los grandes temas globales (ecología, inclusión, género, equidad, etc.) que, cuando conecta, por ahora por obligación, considera otras variables, aprieta otros botones, viene buscando, todavía intuitivamente, una oferta política que está en el futuro.

Es posible que en las próximas elecciones esta demanda tome más forma y los actores políticos que la atiendan tengan, como Muñoz, una oportunidad trascendente. El nuevo alcalde metropolitano tiene un aura (involuntaria) de nueva modernidad que los mayores no comprenden (no entendieron ‘Limaflores’) y que los jóvenes en las redes digitales vienen tratando de manera tan irónica como poderosamente simbólica (“Sin Muñoz/Con Muñoz”). A seguir atentos, pues.

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