Una nueva crisis de espejismos políticos

La CCL se pronunció sobre la cuestión de confianza que planteó el presidente Martín Vizcarra al Congreso. (Foto: GEC)

Entiendo que si usted está al día en las noticias, haya estado ansioso minutos antes del mensaje del presidente y esté siguiendo las exaltadas reacciones de los congresistas, así como la opinión de los juristas acerca de los procedimientos institucionales adecuados para gestionar esta nueva crisis política. Tal vez usted siente que el Perú está pasando por una encrucijada, tan o más importante que la controversia que siguió al discurso presidencial de las últimas Fiestas Patrias y que terminó con el inusual referéndum de fin de año. O tal vez considere que la inestabilidad resultante del fallido indulto a Fujimori, seguido de la renuncia de PPK, haya sido más grave aún. Acaso usted tiene en su lista otras crisis que ofrecieron cambiar el rumbo del país. Comprendo, entonces, que discuta apasionadamente en las redes y hasta pierda amigos por eso.

Supongo que se ha dado cuenta de que, una vez que deja la pantalla y sale a la calle, el mundo sigue andando más o menos igual. Lo que sucede en las alturas del poder es realmente crítico, pero resulta irrelevante para una ciudadanía desconfiada, displicente y concentrada en salir adelante. Se trata de un pueblo que no espera mucho de sus representantes de turno, sino lo suficiente para seguir remando en el océano cotidiano de un país que está mejor que antes, pero que podría estar muchísimo mejor.

Lamentablemente, nuestras batallas por el poder son insulsas e intrascendentes. Sus operadores son efímeros porque sus propósitos son pequeños. Por eso, pasan y pasan cada cinco años. La política está desconectada de la vida. Y esa desconexión ralentiza emprendimientos honestos, provoca regresiones culturales, bloquea iniciativas favorables al consenso programático. En fin, estamos en una nueva crisis de espejismos políticos. En vez de concentrarnos en acabar con la corrupción pública y empresarial, en vez de liquidar la pobreza y la desigualdad, en vez de potenciar las condiciones para que los ciudadanos produzcan su propio desarrollo, estamos aquí, ahora, una vez más, perdiendo el tiempo.

¿Podrá el negligente Congreso atender las necesarias iniciativas legislativas del negligente Gobierno? ¿Podrán sintonizar con una nación que ya no los escucha ni atiende? ¿Podrán responder a la demanda ciudadana actual mientras siguen debatiendo por otras cosas igualmente relevantes?

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