Larga reunión. La comisión de Allan Wagner se reunió por más de dos horas con miembros de la Corte Suprema. (USI)
Larga reunión. La comisión de Allan Wagner se reunió por más de dos horas con miembros de la Corte Suprema. (USI)

La comisión de reforma. Tiene poco tiempo para elaborar una decisiva propuesta que –en realidad– ya ha sido escrita más de una vez por comisiones anteriores, gubernamentales y no gubernamentales. Su reto: priorizar aquellas medidas que ofrezcan la transformación más clara y contundente de la desprestigiada institucionalidad judicial.

El sistema de justicia. Jueces, fiscales y abogados sanos existen, pero su papel ha sido insuficiente para evitar la podredumbre de la justicia peruana. El desafío actual de estas instituciones pasa por refundar el sistema de justicia tal como se hizo, por ejemplo, con la superintendencia tributaria en los noventa. Y esta refundación, como bien señala Jaime de Althaus, debe estar determinada por criterios estrictamente meritocráticos.

El Congreso. La mayoría se muestra cada vez más deslucida. La primera reacción del fujimorismo fue cuestionar la legalidad de las grabaciones en vez de sumarse decididamente a la causa popular: la lucha contra la corrupción. Ahora, apenas reacciona a la retaguardia del Ejecutivo. Haberse convertido en la fuerza número uno ha sido un pésimo negocio para un keikismo conformado por aliados y congresistas cuestionados penal, política o éticamente.

La prensa. En pleno debate de la ley Mulder, esta crisis trajo la primavera a los medios de comunicación. Si no fuera por la prensa, barrer con la corrupción judicial seguiría siendo una demanda históricamente desoída. Pero este logro también evoca un gran desafío: si quieren ser relevantes para la gente, los medios están obligados a invertir sostenida y seriamente en periodismo de investigación.

La calle. Siempre será crucial ante una institucionalidad precaria e impopular. Su fuerza será imparable si transciende el evidente oportunismo de ciertos grupos políticos y gremiales anacrónicos. Su limitación: desde la caída del fujimorato, los estallidos callejeros no han sido suficientes para garantizar las transformaciones políticas que el país necesita.

El Gobierno. Vizcarra está moviendo bien sus fichas. Emplazó al Congreso, conformó la comisión de reforma, renunció a su desubicado ministro de Justicia y apoyó las marchas anticorrupción. Pero podría ser más audaz. Considerando que la debilidad de sus oponentes opaca a la suya, puede impulsar de forma imperativa las propuestas de la comisión de reforma. La ciudadanía lo pide a gritos y lo respaldará impacientemente.