Guillermo Castrillón fuera del trabajo. (USI)
Guillermo Castrillón fuera del trabajo. (USI)

Mi nombre es Daniela Rotalde. Mi novio, el responsable de esta columna, me ha dejado tomarla para sumarme a las denuncias de Eva y otras mujeres que han sido humilladas por alguien que conozco bien. Guillermo Castrillón y yo nos hicimos amigos hace 20 años. Yo confiaba en él. Éramos patas y compartíamos casa. Un día llegó de madrugada pasado de vueltas. Yo también había salido por mi cuenta y estaba durmiendo profundamente.

Abrió mi puerta y se metió a mi cuarto. En el sueño sentí algo. Desperté con él arrodillado al lado de mi cama, masturbándose. Su mano estaba entre mis piernas. Salté del susto y él salió corriendo despavorido. Tengo 17 años arrastrando esta historia. Primero, porque Guillermo me pidió perdón y yo quise creerle. También porque la vergüenza me bloqueó. Finalmente porque poco después, cuando encontré la fuerza para esbozar las primeras versiones tímidas de esta historia, me contestaron que era una consecuencia de mi estilo de vida bohemio y que yo también tenía la culpa por haber llegado borracha a mi casa. Me dijeron que no era para tanto, que apenas habían sido sus dedos, que eso no era una violación... en fin. Aquella vez intentaron convencerme de que se trataba de un episodio aislado y ahora sabemos que no es así.

A las amigas que sabían de esto y trabajaban con él, solo les pedí que no me invitaran a sus estrenos. Había tomado la decisión de no perturbar mi vida, evitar a Guillermo y meter mi frustración debajo de la alfombra. Sin embargo, las declaraciones de Eva Bracamonte me exigen enfrentar el pasado sin excusas. Gracias a ella he podido hablar con otras personas que, desde entonces, han pasado por lo mismo. Algunas como yo, fuera del espacio escénico, otras confundidas por la manipulación de su director.

Espero que mi testimonio muestre que esto no se trata de una discusión sobre técnicas o métodos de creación. Guillermo, como hacen los depredadores, fue buscando espacios propicios para acechar a sus víctimas y encontró en el poder de la dirección el camuflaje para actuar impunemente.

Ahora entiendo que el principal enemigo es el silencio porque en la ambigüedad el agresor puede seguir avanzando. Confío en que la valentía de quienes hablan ayudará a nuestros hijos e hijas a reconocer el peligro. Ahora comprendo que cuando una persona encuentra por fin el valor para superar la vergüenza, necesita del apoyo de los suyos, si no es probable que lo normalice, como hice yo. Gracias, Eva, Micaela, Rocío, por darme la fuerza para hacer esto. Gracias, Lita, por tu incondicional compañía. Gracias, amor mío, por este espacio, no podría haber llegado hasta aquí sin tu abrazo.