Martín Vizcarra realizó su mensaje a la nación el 28 de julio. (USI)
Martín Vizcarra realizó su mensaje a la nación el 28 de julio. (USI)

Las noticias de ayer destacaban la subida de 10 puntos en la popularidad del presidente Vizcarra. Estaba cantada luego del discurso de Fiestas Patrias y de las pésimas reacciones de gran parte de la oposición, inconsciente del rechazo que despierta en la ciudadanía. Todos los analistas coinciden en que el Gobierno canjeó la imagen de ausencia de liderazgo que se había ganado en los primeros cien días por el reconocimiento de un estilo impensable. Sin estridencia, el Ejecutivo viene jaqueando a los otros dos poderes del Estado a través de iniciativas legislativas que, no exentas de duras críticas o mejoras considerables, recogen muy bien el sentir popular. Los resultados de la última encuesta de Datum así lo evidencian.

Sin embargo, mal haría el equipo presidencial en mirar un solo indicador. El sondeo también trae otras cifras preocupantes para la clase política y los ciudadanos que siguen con interés estos temas. El 71% cree que Vizcarra está poco o nada comprometido con la reforma y el 57% considera que no se podrá erradicar la corrupción en el Poder Judicial. Y para remate: el 67% opina que el Congreso la hará larga buscando diluir la propuesta de referéndum del Ejecutivo. Las entusiastas muestras de respaldo que el presidente viene cosechando estos días no dan cuenta del profundo escepticismo que gobierna al pueblo peruano.

La encuesta también muestra que los peruanos del campo y la ciudad están abrumadoramente de acuerdo con la no reelección de congresistas, una regulación más drástica del financiamiento de los partidos, la inserción de criterios meritocráticos en el Poder Judicial y hasta la reforma en dos cámaras del Congreso de la República. Así que si el Gobierno logra desestabilizar definitivamente a la desprestigiada casta del sistema de justicia y doblar la resistencia del fujimorismo congresal, se anotará un triunfo estratégico impensable hace una o dos crisis institucionales. Y con ello, el escenario político (y electoral) próximo se tornaría en una pintura alucinante.

O tal vez no. Recuerde que en el Perú ningún actor político es suficientemente sólido ni solvente. Menos un gobierno sin aparato ni experiencia previa. De allí que la gente celebre el gesto presidencial, pero reserve su esperanza para otras cosas menos trágicas como la política peruana.

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