Sigue el bloqueo. El titular del MTC advirtió que todo tiene su límite. “En su momento se tomará la determinación”, aseguró. (GEC)
Sigue el bloqueo. El titular del MTC advirtió que todo tiene su límite. “En su momento se tomará la determinación”, aseguró. (GEC)

Las noticias sobre el bloqueo de Fuerabamba en una parte del corredor minero del sur son un síntoma del agotamiento de la relación entre la minera y las poblaciones vecinas. No es la primera vez que el Estado llega tarde a la controversia. Tampoco es el primer conflicto de gravedad entre ambas partes. La zona está en estado de emergencia hace meses para que funcione Las Bambas. Y la amenaza de expansión del conflicto es real en Apurímac y hacia Cusco. Para quienes conocen el campo y han visto de cerca la relación entre la gran industria y las poblaciones pobres que la rodean, este conflicto no llama la atención. Cajamarca, Arequipa, Puno, Cusco, entre otras regiones, conocen muy bien esta historia.

Pero la tragedia se repite y el final acaso sea el conocido: todos van a perder. La polarización por Fuerabamba no parece tener retorno. Pasan las semanas y solo aumenta. Los actores que se vienen sumando contribuyen al empeoramiento (Defensoría del Pueblo, Ministerio Público, etc.). Lejos de distinguir y relevar las razonables demandas de las partes en juego (todos perseguimos reconocimiento, todos queremos mejorar nuestros ingresos, todos buscamos tratos justos), predominan las posturas –chantajes o amenazas– que apuestan al todo o nada. Todas las salidas que se escuchan en estos días son parciales y, por eso, insuficientes. Una vez más carecemos de un liderazgo público –o político– que rompa este trance perverso.

Salir de una relación transaccional, de cobro de peaje, de oferta y demanda de la “responsabilidad social”, requiere que se ensaye algo inédito y con valentía. Acaso el Gobierno podría hacerlo. Más aún cuando acaba de estrenar un auspicioso gabinete. Propóngase otro escenario. Refúndese el vínculo entre el gran capital y las poblaciones rurales. Frente al precipicio solo cabe proponer el reinicio de una relación que ahora solo convoca al enfrentamiento y la corrupción. Lo estamos viendo. Veamos. La minera quiere cumplir sus metas de producción y operar con una duradera tranquilidad social. Las poblaciones buscan un verdadero desarrollo local y más progreso para sus familias. El Estado requiere de más renta para cumplir con su tarea primaria, esto es, servir a los ciudadanos. ¿Tantos especialistas y nadie puede ver lo que hay en común aquí? ¿Por qué dejan que los inmediatistas polaricen hasta que se rompa la pita? ¿Por qué?

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