(Foto: AP)
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Las imágenes que vienen desde Chile son impresionantes. Por arriba todos se ven anacrónicos. Élites desconectadas de la vida de la gente. Grupos conservadores que añoran la represión y el autoritarismo. Un Gobierno de reacciones torpes que ha sido obligado a abandonar su agenda programática. Y una clase política ensimismada e incapaz de reaccionar a la altura de las postergadas demandas ciudadanas. Una crisis que anuncia el final de un ciclo histórico.

La calle muestra un hervidero incontenible. El periodista Ascanio Cavallo distingue cinco segmentos: las amplias clases medias y bajas agobiadas por el costo de vida, las juventudes antipolíticas y anticonstitucionales que desafían a las fuerzas del orden, los sectores opuestos al Gobierno de Piñera que piden cambios estructurales, las clases marginales que han protagonizado los saqueos y, finalmente, las células anarquistas que estarían detrás de los contundentes ataques al metro de Santiago.

Ipsos tomó una encuesta nacional en plena efervescencia callejera. Los resultados son elocuentes. El 67% considera que las personas se cansaron de la injusticia y la desigualdad que expresan sus condiciones de vida. Asimismo, que las cosas podrían cambiar siempre que exista un verdadero diálogo, amplio y plural. A pesar del descreimiento y la desconfianza colectiva, las puertas no parecen cerradas ni el incendio inagotable. Si bien la mayoría está contra la mano dura, es importante anotar que el 61% estaba de acuerdo con el toque de queda, acaso porque el vandalismo escaló a niveles insospechados.

La crisis no puede ser reducida, entonces, a un factor ni a una demanda. Toda opinión determinante merece sospecha. Como bien pregunta el periodista chileno Héctor Soto, ¿estará la clase política a la altura del desafío o volverá a ponerse de costado como en la revolución pingüina? ¿La opinión pública seguirá polarizando? ¿Las derechas seguirán tratando las demandas populares como alienígenas? ¿Las izquierdas impulsarán por fin las reformas sociales que la Concertación no gestionó?

La imagen que tienen los chilenos de sí mismos cambiará de forma sustancial. Su tradición institucional ya no será suficiente para pegar los pedazos de una unidad nacional quebrada y llena de zonas oscuras. Sus anteriores logros nacionales se devaluaron frente a las expectativas de bienestar de todo el país. Que la fuerza los acompañe.

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