El Corso de Wong se desarrollará este domingo 22 de julio (Imagen referencial/Archivo).
El Corso de Wong se desarrollará este domingo 22 de julio (Imagen referencial/Archivo).

Esta semana se confirmó el regreso a Miraflores del corso de Fiestas Patrias de Wong. Será este 14 de julio. Formará parte de los eventos que la municipalidad promueve por los Juegos Panamericanos. Así que el distrito estará movido.

Algunos vecinos ya comenzaron a quejarse. No quieren que se cierre un domingo el centro distrital. No quieren a personas “extrañas” en la zona. No quieren bulla. Detestan a las multitudes. ¿Qué hacen viviendo, entonces, en Miraflores, uno de los pocos polos urbanos mixtos y cosmopolitas de Lima?

Acaso también protestan por las maratones, los pasacalles o cualquier otro evento que tome las avenidas para la celebración colectiva. Sin embargo, si algo necesitamos en esta metrópoli fragmentada y agresiva, son políticas de integración social y mucha, muchísima, buena onda. Para combatir la exclusión se necesita tejer incansablemente.

Lo absurdo de todo esto es que, para variar, muchos de los que participan en las maratones se quejan del corso, y viceversa. Muchos de los que cuidan “su” vereda, invaden otra, con su auto lindo, en el barrio vecino.

Y todos ellos aplauden a los alcaldes que desalojan a los ambulantes de Gamarra y la avenida Aviación porque “no tienen derecho a apropiarse del espacio público con fines particulares”. Necesitamos espejos cívicos con urgencia.

Ciertamente, este problema de cultura ciudadana tiene varias aristas. Desde gobiernos locales que no cumplen con su tarea más elemental hasta la ausencia de comprensión acerca de lo que implica vivir en comunidad.
Si reclamáramos por la calidad de nuestra convivencia con la misma intensidad que demandamos “obras”, viviríamos en un oasis colectivo.

Ahora bien, si no lo queremos llevar a un asunto de formación cívica, se debería tomar en cuenta el criterio funcional: no hay calle más segura que la calle iluminada y compartida. Nada más vulnerable que el espíritu antisocial. Mientras tanto, la gente seguirá resguardándose en los muros de su hogar o de su Facebook. Y muchos de los vecinos modernos de este distrito, esos que quieren vivir en una ciudad amigable y bonita, estarán renegando de esta amable fiesta popular.

Abunda, pues, la inconsistencia. De quienes reclaman en otros lo que no se exigen a sí mismos. Y de los que no entienden que el espacio público es un espacio, por definición, com-par-ti-do.

TAGS RELACIONADOS