(Foto: Congreso)
(Foto: Congreso)

Es el nombre de una muy buena serie de ciencia ficción, en la que un grupo de niños aficionados a las ciencias descubren que existe un universo paralelo con criaturas muy peligrosas al que se pueden conectar en ciertas condiciones. El Congreso peruano ofrece también un universo paralelo de peligros, pero abundante y sin mayores complicaciones. La informalidad e ilegalidad que vive y reina en la mayor parte del territorio nacional se despliega a sus anchas.

De muestra dos botones, pero hay como para hacer vestido chino. Primer botón: legalizar los colectivos, sin ninguna consideración respecto a la diversidad y gravedad de problemas documentados en todo detalle (revisar hilo de ). No importa que haya más muertes en este tipo de vehículos, ni riesgos de contagio, ni que los transportistas formales sí hayan tenido que sacrificar ingresos para poder adaptarse a los protocolos. El propio presidente de la Comisión de Transporte promueve el tema. Si ya el tema se pone así de oficioso, tal vez la Mesa Directiva podría dar la orden de que todo el transporte de los miembros del Congreso que estén a favor sea en taxi colectivo a partir de ahora, ¿no? ¿O en ese caso particular, sí van a preferir más seguridad?

Otra muestra: topes a las tasas de interés, sin dictamen de la Comisión de Economía y en contra de las opiniones técnicas de la SBS y BCR, iniciativa de la cual alertó la exministra de Economía (revisar hilo de ). Puede sonar bien, pero si a una empresa formal no le sale a cuenta prestar a esa tasa tope, el usuario solo tiene como opción los , que han sido materia de. ¿Qué sentido tiene zurrarse en la opinión de la SBS y el BCR?

Si nos fue tan mal comparativamente en la pandemia, fue, precisamente, porque 70% de los empleos en Perú eran informales (ahora más). Tenemos que apostar con todo por formalizar la economía, por establecer estándares internacionales que apliquen progresivamente a todo. Ojalá el debate electoral sobre cómo lograrlo empiece a tomar forma de una buena vez. Lo ocurrido con el régimen laboral agrario no es nada auspicioso, hubo apresuramiento, etiquetas y poca preocupación por entender los problemas a fondo y en serio. Hoy, con el régimen general, los trabajadores agrícolas ganan menos de lo que ganaban antes de derogar la norma. Mucho más se hubiera ganado haciendo progresivamente obligatorios a toda la actividad agroexportadora los estándares laborales que los supermercados británicos y de otros países exigen a los exportadores modernos.

El Congreso difícilmente va a mejorar, y la calle va a estar movida, en parte por sectores contrarios a la formalidad. El Gobierno tiene que ser mucho más realista y eficaz en lograr hacer cosas y establecer orden, si no quiere generar espacio para el autoritarismo.

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