Solsiret, justicia y ley. (Foto: GEC)
Solsiret, justicia y ley. (Foto: GEC)

¿Qué padre o madre, después de confirmar la desgarradora verdad sobre la muerte de su hija, quisiera declarar y contar su historia ante la prensa una y otra vez? ¿Con qué fuerza y con qué intención?

El asesinato de Solsiret no habría podido resolverse si no fuese por el incansable empuje y tenacidad, alimentados por el amor de doña Rosario y don Carlos. Esos padres que se convirtieron en verdaderos investigadores para lograr lo que las autoridades no hicieron por negligencia y desidia.

Afortunadamente, uno de tres fiscales sí hizo su trabajo. Y, por eso, tras tres años y cinco meses, por orden del fiscal Jimmy Mansilla, se reabrió el caso.

Durante ese tiempo, la prensa acompañó a los padres de Solsiret en su desesperada búsqueda. Quizás el fiscal Mansilla investigó correctamente sin considerar que este comenzaba a ser un caso mediático, pero ¿cuántas veces por denuncias que publica la prensa se consigue algo de justicia en el Perú? Algo está muy mal en nuestras instituciones.

Existe un desfile de dramas y de historias de espanto que llega diariamente a la prensa. Familias que hacen guardia fuera de los medios para ser ayudadas porque en las comisarías o fiscalías nadie les da una mano. Peor aún, muchas veces es ahí donde son juzgados o invisibilizados.

El caso Solsiret indigna por eso. Sus padres sabían que algo malo le había ocurrido. Que era una mujer luchadora que no habría abandonado jamás a sus niños. Que nunca habría decidido irse, como respondieron, con insensibilidad y absoluto machismo, los agentes policiales. Tuvieron que pasar más de tres años para develar la verdad.

Quizás el mismo 23 de agosto de 2016 nadie hubiera podido evitar el crimen de Solsiret. Es cierto. Pero pudo terminar el calvario unas semanas después si no hubieran padecido la indiferencia en cada paso del doloroso camino hacia el espeluznante y macabro hallazgo.

Aún cuando hay cada vez más evidencias y la atención del país está sobre esta tragedia familiar, doña Rosario y don Carlos siguen respaldándose en los medios de comunicación para estar vigilantes.

Que se cumplan las máximas penas para quienes quisieron desaparecer a Solsiret y que se encuentren a todos los culpables. Que les entreguen a ellos la custodia de sus nietos, no sólo temporalmente, y que se materialice una norma en nombre de la memoria de su hija: la Ley Solsiret para la activación inmediata, tras la denuncia de una desaparición, de los geolocalizadores.

Han prometido no descansar hasta lograrlo. Para que nadie sufra como ellos, por años, lo que con políticas públicas eficaces se puede esclarecer en pocos días.

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