(Foto: Difusión)
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Todos los expertos, exaltos mandos militares, policiales, especialistas en temas de seguridad ciudadana y constitucionalistas –a los que ayer se sumó la carta pública firmada por una serie de exoficiales de alta graduación− han coincidido en que la medida improvisada y antitécnica del gobierno de autorizar la salida de las FF.AA. a las calles de Lima y Callao para apoyar a la Policía en la lucha contra el crimen es un despropósito monumental.

No solo porque no es función de las Fuerzas Armadas perseguir a ladronzuelos de celulares o disuadir a asaltantes con su sola presencia, sino porque las razones que se invocan para hacerlo no tienen sustento alguno.

Para empezar, la espiral de violencia callejera que sigue creciendo en el Perú no es exclusiva de la capital, ni viene de ayer y tampoco se va a solucionar con solo militarizar las calles. Lo que más bien se justificaría es que estos contingentes militares se hagan presentes en zonas determinadas del interior del país como apoyo de la Policía Nacional para prevenir o repeler los ataques vandálicos contra las inversiones mineras y agroindustriales.

En metrópolis sobrepobladas y caóticas como nuestra capital, la delincuencia se combate reforzando las acciones de inteligencia y organismos policiales como la Diviac. Más aún en las circunstancias que el país vive tras la pandemia, es decir, una elevación sideral de los índices de pobreza y desempleo que se ha sumado a la creciente criminalidad con la que los limeños conviven desde hace años.

Recurrir a las Fuerzas Armadas para que patrullen las calles de Lima y Callao conlleva el riesgo adicional de que se pueda usar su poder de fuego contra eventuales marchas ciudadanas y afectar derechos humanos, ya que los soldados, muchas veces conscriptos con apenas meses de haber sido reclutados, carecen de preparación para lidiar con conflictos que no se conjurarán jamás con el uso de armamento pesado.

Estamos pues ante otra medida insustancial de un gobierno al parecer empeñado en demostrar que su repertorio para combatir males sociales continúa sin salirse de los tristes, huecos libretos de la demagogia.