Del Solar fue ministro de Cultura durante la gestión de Pedro Pablo Kuczynski. Renunció luego que el ex mandatario le otorgara el indulto humanitario a Alberto Fujimori. (Foto: EFE)
Del Solar fue ministro de Cultura durante la gestión de Pedro Pablo Kuczynski. Renunció luego que el ex mandatario le otorgara el indulto humanitario a Alberto Fujimori. (Foto: EFE)

La designación de Salvador del Solar es un mensaje que llega envuelto en un fajín: el gobierno no se siente amenazado por las previsibles reacciones que llegarían desde lo que seis meses atrás fue una potente mayoría legislativa. Este es el mejor síntoma de que el fujimorismo y aprismo congresal se encuentran disminuidos y arrinconados, sin capacidad de marcar la agenda gubernamental. Con un escenario así, parece más posible avanzar hacia una agenda más propositiva y reformista sin las trabas que ambos partidos sistemáticamente han puesto.

Las críticas más sonadas a la designación vienen desde quienes creen que esta es una declaración de confrontación. Pero esa es una interpretación muy plana. ¿Acaso es necesario rivalizar con un Congreso tan deslegitimado e improductivo? A Vizcarra de nada le serviría aparecer vinculado con legisladores que, para 9 de cada 10 peruanos, durante los últimos tres años han jugado contra el país, sin una agenda legislativa, blindando a sus amigos y despilfarrando dinero público. Esta, más bien, parece una forma pacífica de ganar iniciativa a favor de una estabilidad que, en los hechos, Vizcarra ha ido ganando a punta de movidas políticas.

Los problemas estructurales, sin embargo, no se resuelven con una designación. Se necesita trabajo y logros. Además, el siguiente año será espinoso pues los que aspiran a llegar al sillón presidencial en 2021 perfilarán sus candidaturas, seguramente con ataques al gobierno que la PCM tendrá que detener como pararrayos. Es ahí, en la práctica, donde sabremos si Del Solar cuenta con la muñeca para navegar por esas aguas que suelen hundir a quienes se atreven a cruzarlas. Esta puede ser la catapulta de una prometedora carrera política o el final anticipado de la misma. Sinceramente, espero que sea lo primero.