En dos décadas, el chavismo hundió a Venezuela en la peor crisis económica de su historia, que podría compararse solo con las que sufrieron países en guerras. Cerrar 2018 con una inflación de 1’370,000% y una contracción del PBI de 17% (FMI) debería bastar para entenderlo.
Sin embargo, pese a este desastre y a ser anfitriones de parte de la diáspora de venezolanos en el exilio por el socialismo; seis trasnochados (Cerrón, Mendoza, Santos, Cuevas, Villanueva y Aduviri) proponen cambiar la Constitución para instaurar el mismo modelo chavista en el Perú. Si bien un grupo de peruanos reconocemos que ese camino es incorrecto y debe evitarse a toda costa, hay otro que cree que lo que pasó en Venezuela “no fue verdadero socialismo” y está ansioso por aventurarse a un Perú estatista.
Lamentablemente, pecar de soberbia y apostar por una expansión sin límites del tamaño del Estado suele ser una receta infalible para empobrecer a cualquier país. Así como el país caribeño viene naufragando, Suecia, por ejemplo, también naufragó en los 90 por lo mismo. Veamos.
Los social-demócratas suecos llegaron al poder en los 60 y optaron por incrementar el protagonismo del Estado en la economía. Si bien crecieron entre 1960 y 1990; también lo hizo la carga tributaria, que pasó del 21% al 53% del PBI, y el gasto público, que pasó del 16.1% al 27.3% del PBI (Banco Mundial). El problema vino después de la borrachera fiscal de 30 años. Hacia 1985, los intereses de la deuda sueca equivalían al 7.9% del PBI, entre 1991 y 1993 la producción cayó en 6% y en 1994 el desempleo fue de 13.3% (FPP).
Venezolanos y suecos tuvieron que sufrir el socialismo para hartarse de él. Nosotros, que ya experimentamos eso, ¿en serio pretendemos repetir
el plato?