El presidente mantiene alta aprobación ciudadana (80%) con apariciones televisadas espaciadas y suele incomodarse por ciertas preguntas aunque intente disimularlo. Las cifras de contagios y muertes no dan para triunfalismos aunque se diga que la tendencia de la curva disminuye lentamente y que estamos en una meseta.
Las cifras oficiales pierden credibilidad. Martín Vizcarra pretende reconocer errores sin ser explícito y mantiene a un desgastado ministro de Salud. Pilar Mazzetti es la que transmite mayor confianza por su mensaje directo y certero. No hay que ser generales después de la guerra, pero debieron preocuparse de los focos de contagio en mercados y transporte público.
Martín Vizcarra ha reafirmado que no postulará en 2021 (impedido según la Constitución). Si le va bien con el COVID-19, lo que parece difícil, ¿podría torcer su voluntad más allá de la legalidad?
El nuevo Congreso podría ser el peor de la historia, sin aportar a la coyuntura de crisis ni tener trabajo previo en comisiones, con propuestas populistas y dañinas para el país; como taxis colectivos, peajes, control de precios (genera mercado negro). ¿Se pretende trasladar responsabilidad a población, sin “querer queriendo” buscando “inmunidad colectiva”? Aunque el objetivo de la cuarentena es ganar tiempo, fallaron en cantidad de pruebas, cercamiento de contagiados, control de focos de contagio masivo; faltan respiradores, pero es la realidad que enfrentamos. La reactivación económica luce lenta, incierta y burocrática. La confianza empresarial está en el nivel más bajo. La situación parece depender más del entorno global económico y de la innovación médica. La tarea parece ser sobrevivir.