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Ni soberbia ni revanchismo

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Fecha Actualización
Ni la soberbia ni el revanchismo deben ser las características a mostrar por un gobernante cuando gana una elección. Ganar una elección significa tomar las riendas del Gobierno para mirar hacia adelante, y no para ver por el espejo retrovisor el pasado en busca de culpables del presente.

Está claro que la peculiaridad que mostró el gobierno, desde un inicio, estuvo ligada al propósito de aniquilar posibles contendores políticos de cara a las elecciones del 2016. Es decir, cuando estuvo fuerte, le dio prioridad al interés político, en lugar de darle mayor importancia a los aspectos económicos y sociales.

Hoy, las condiciones han cambiado; el gobierno está desgastado y débil. No ha podido mantener el crecimiento económico. Su mayoría relativa en el Parlamento está disminuida y algunos de sus funcionarios están bajo sospecha de haber cometido acciones irregulares. En resumen, estamos en una crisis económica y en una crisis política.

Por otro lado, la oposición congresal está fortalecida, pero no es homogénea. Está unida en las críticas, pero no en la búsqueda de soluciones de los problemas emergidos de la crisis.

Ser oposición y Gobierno exige ciertas características en estas condiciones. Ambos deben ceder para generar la confianza que el país necesita. Ni la soberbia ni el revanchismo, en este caso, tampoco son buenos consejeros.

La oposición debe dar muestras de madurez y sensatez, y el gobierno debe mostrar tolerancia frente a las críticas y ejecutar algunos cambios ministeriales que están generando el clima de turbulencia política.

El proceso de diálogo propuesto por Ana Jara debe tener como objetivo construir un clima acorde con las exigencias que el país requiere en el campo económico, social y político. No debe ser como los anteriores: 'un saludo a la bandera'.

El diálogo debe ser real y sincero entre ambas partes y, sobre todo, de ahí deben emerger acuerdos vinculantes, compromisos y metas.