(GEC)
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Y La economía como si la gente importara es la continuación del título del libro que en 1973 publicó Ernst Friedrich Schumacher y que cambió el foco de ser grandes a ser mejores. Esta frase marcó a algunos de mi generación. El único político importante que la recogió y la hizo suya fue Fernando Belaunde; luego el ego de Alan García barrió el concepto y lo reemplazó con un gigantismo a su imagen y semejanza que nos llevó al Estado lento e ineficiente de nuestros días. Está de moda decir que el o los gobiernos de Belaunde fueron malos olvidando que devolvió el poder a las comunidades mediante elecciones municipales, que fue el primer gobernante de la era moderna que se inspiró en el Ande y que pensaba que small era beautiful, conceptos dignos de millennials siglo XXI.

Desoyendo esos principios tenemos hoy un gobierno a la vez tortuga y elefante que de poco o nada nos sirve. Schumacher decía que los gobiernos debían ser small, pero no así sus gobernantes, y hemos sufrido una retahíla de gobernantes pigmeos sin visión ni vocación para ser grandes y reducir el Estado. Todo lo contrario. Hemos tenido gobernantes triviales, bailarines, bromistas, frívolos, borrachines y ególatras. Uno fue tan poca cosa que cariñosamente lo apodaron “Cosito”. Pero todos sin excepción siguieron haciendo crecer el Estado; gobernando de espaldas a la gente se pusieron a servir al aparato estatal. La consecuencia inevitable fue hacernos la vida más engorrosa, con mayores trámites y complicaciones, y menos transparencia.

Aquí seguro que el rápido lector entendió adónde quiero ir. En resumen: el resultado final fue que la corrupción encontró pampa para correr.

¿Por qué hoy pasamos los controles de aduana del aeropuerto sin problemas, sin angustias y sin que nos pidan coimas? Porque se sinceró la economía, se eliminaron las trabas y los cuartos cerrados donde se coimeaba. Se simplificó el proceso. Si hay que pagar algo, pues se va a la ventanilla correspondiente que está al costado, se calcula la tasa, se saca la tarjeta de crédito y allí nomás se arregla uno con el Estado. Sin papeleos ni pérdidas de tiempo.

Hay dos analistas o columnistas que no cejan en intentar que el gobierno de turno comprenda las bondades de una economía streamlined. Hernando de Soto, quien lucha desde hace cuatro décadas para que el Estado simplifique los trámites para acceder a la propiedad, base del capitalismo, y Roberto Abusada, quien pregona –hasta ahora parece que en el desierto– por agilizar y abaratar los trámites de inscripción de las sociedades para igualar las oportunidades. Me encantaría decir que son mis mayores, pero solo son mis mejores.

El actual gobierno haciendo gala de una inmovilidad que ya nada justifica es hasta ahora incapaz de adoptar ni una ni otra. No se entiende por qué prefiere continuar con el Estado chancho en vez del Estado atleta y poner al país en carrera. Todos los peruanos estamos en el partidor esperando el disparo.