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Redacción PERÚ21

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Fritz Du Bois, La opinión del directorLuego de una campaña por la revocatoria que ha sido particularmente desagradable, sin propuestas concretas y con muchas muestras de intolerancia, nos ha quedado la sensación de que nos estamos acercando hacia una era de la sinrazón.

En realidad, el debate sobre la administración de la capital debió tener un énfasis gerencial. Al final de cuentas, de lo que se trataba era de que la calidad de vida de sus habitantes mejorara planteando cambios en la gestión municipal. Sin embargo, se centró en ataques generalizados, algunos de ellos francamente ofensivos para los ciudadanos. ¿Por qué motivo todo aquel que esté insatisfecho con la actuación de la actual alcaldesa debe de ser tildado de corrupto? ¿Por qué para criticarla se tiene que recurrir a un machismo que ya debería de haberse desterrado?

Así que hemos presenciado una nueva muestra de intolerancia política bastante similar a la que sufrimos durante la segunda vuelta electoral hace un par de años. El debate político es crecientemente simplista y hepático, así que marchamos como el cangrejo, cada día parecemos alejarnos más de poder lograr un adecuado desarrollo democrático.

Incluso ese retorno a las cavernas se hace más evidente cuando uno ve a personajes manipuladores como Santos desesperados en lograr protagonismo político a través de la destrucción. Más aún, en las próximas semanas la atención se transferirá de las urnas en una revocatoria democrática a violentos intentos en diversas regiones por ahuyentar la inversión a fin de mantenernos en el atraso y la postergación. Capaz en ese momento se darán cuenta algunos con quiénes se han terminado acostando.

Pero la intolerancia también muestra los dientes en el Ejecutivo con un presidente crecientemente agresivo hacia el sector privado, lo que es difícil de entender ya que la base de su popularidad es el éxito económico. Sin embargo, se ha dedicado últimamente a crear un ambiente conflictivo con diversos sectores productivos. Lo cual no solo parece contradictorio e innecesario sino que, además, empieza a afectar la confianza del empresariado. Esto último, a su vez, puede frenar el incremento de la inversión que es la base del crecimiento y del creciente bienestar del que disfrutamos los peruanos. En realidad, debería de ser más cuidadoso ya que si el PBI no se incrementa en más de 5 % al año, se cae al piso la aprobación del mandatario.

Finalmente, tenemos a los intolerantes del vecindario y, lamentablemente, las reuniones por la muerte de Chávez parece que ha resucitado el instinto en contra de la libertad de expresión que tenían los actuales miembros del Gobierno antes de la elección. Que Roncagliolo apoye al matón de Correa en tratar de intimidar a la OEA para cancelar a la Relatora que le llama la atención cada vez que ataca a un medio de comunicación es otra muestra de intolerancia y motivo más que justificado para que el canciller sea censurado.