(GEC)
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De acuerdo a una última encuesta, el enredo autoprovocado por el Gobierno en torno a la reunión con representantes de Odebrecht en la que se discutiría una propuesta para evitar que la constructora brasileña se desista de la demanda contra el Estado peruano por el gasoducto, no ha afectado la popularidad del presidente Martín Vizcarra ni la del jefe del gabinete Vicente Zeballos. Pero esa no debería ser la única brújula que hay que revisar en el tiempo que le queda al actual régimen.

Está claro que no tenemos como país una política clara ni una estrategia coordinada para abordar este caso de megacorrupción.

La sola mención de Odebrecht provoca urticaria, pero existe una lista de pendientes que no se puede ignorar y que incluye desde qué se hará con esos tubos oxidándose en el sur y a cuya seguridad venimos destinando millonadas que no nos sobran. No se puede pasar el tiempo sin encarar asuntos relevantes como por ejemplo la elección de ministros competentes. Los días en que se podía activar el piloto automático acabaron.

Pronto se instalará un Congreso que además de conciliador está obligado a ejercer control político y que sin duda hubiese estado en la obligación de exigir las explicaciones que aún no se han dado. Porque cambiar ministros no es la solución. El remedio está en elegirlos bien y en ajustarse el cinturón para tomar decisiones aún cuando puedan costarnos unos puntos de popularidad. No nos defraude señor Presidente, queda tiempo por delante, aún no está de salida. Dé la talla que reclama el bicentenario y el país que GOBIERNA. Limpie la casa, ordénela. Y no tema. Escuche, reaccione y propóngase un legado mayor al cierre de un Congreso egoísta que relegó sus obligaciones y traicionó la confianza de millones de peruanos. Ahora que ya sabemos por qué.


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