(Facebook: Richard Cisneros)
(Facebook: Richard Cisneros)

Todo empezó como jugando. Un personaje de espectáculo ha colocado en una situación muy incómoda al Gobierno de Vizcarra. No por su huachafo y errático comportamiento, sino porque se ha movido durante dos años como pez en el agua en las esferas del poder, consiguiendo jugosos contratos en el sector Cultura. Mientras varios ministros pasaron, Swing se quedó atornillado. Richard Cisneros llegó para un cierre de campaña presidencial en el 2016, introducido nada menos que por el “jet set” personificado por la ex embajadora Susana de la Puente debido a “sus canciones pegajosas”, y se quedó pegado en los círculos más cercanos de Palacio desde 2018. Logró 9 contratos con el Estado por S/175 mil. Lo más grave es que el último de ellos, de S/30 mil, lo obtuvo en abril, en plena pandemia, y suscrito en la gestión de la ahora exministra Guillén, cuyo prestigio ganado en su vida profesional se vio sumamente afectado por este escándalo.

El papel aguanta todo. Swing dice ser historiador, motivador, actor y hasta merecedor de un “Honores y Causa” (frase textual) en una universidad en México; lo que a estas alturas es absolutamente dudoso. Pero más allá de la charlatanería, y de ufanarse por su cercanía al poder de turno, el contexto es el peor. El país está en su más dramático momento sanitario y económico. Un cuarto de millón de trabajadores formales hoy están desempleados, y millones de trabajadores independientes sin ingresos. Y ni hablar de los otros millones que trabajan en la informalidad y arriesgan su salud porque no tienen un pan para llevarle a sus hijos. Lo de Swing no tiene nada de anécdota. Hay que repetirle eso a la ministra de la Mujer. La Fiscalía debe llegar hasta los responsables, sea quien fuere, para romperle el ritmo de la desfachatez a este Swing y a los que aún pululen como sanguijuelas viviendo de la plata de los peruanos sin merecerlo.


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