La presidenta Dina Boluarte cada día demuestra que no comprende o no le importa el respeto que merece el cargo que ocupa: desde sus escándalos, como los casos Rolex y Cofre, sus cánticos infantiles, hasta quererse ir a Estados Unidos mientras el país se incendia.
Para Boluarte, al igual que Castillo —para suerte y desgracia del Perú—, la presidencia fue un regalo que jamás pensó tener. No hay que olvidar que la plancha presidencial de ambos ni siquiera presentó plan de gobierno. Su única guía era el ideario de Perú Libre, cuyo norte era convertir el país en Cuba.
El Perú se encuentra absolutamente a la deriva. El nivel de inseguridad que se vive probablemente no se daba desde la época del terrorismo. Sin embargo, en el Gobierno no solo se tiene a un ministro del Interior cuestionado, sino que la mayoría de los ministros, empezando por el premier, fungen de abogados ad hoc de la mandataria, en vez de centrarse en los problemas del país.
La prioridad del actual Gobierno no es gobernar, sino subsistir dos años más. Saben que el Congreso no censurará a ministros que no dan la talla ni mucho menos habrá riesgo de vacancia presidencial. El balance de poderes está en un punto muerto.
Alianza para el Progreso y Fuerza Popular son el oficialismo pragmático. No están unidos a Boluarte y a Cerrón por ideología, sino por intereses. Tal vez perciben que las elecciones no están tan cerca como para ser oposición. Sin embargo, la inseguridad no espera y todos los días los peruanos son extorsionados o asesinados.
Así como Castillo surgió de la desesperación que se vivió tras el irresponsable gobierno de Vizcarra y el torpe y abusivo Congreso naranja, la actual situación política y social es propicia para el surgimiento de un antisistema. Por ello, la “oposición de derecha” debe reaccionar antes de que sea tarde. En 2023 se opusieron a un adelanto de elecciones por temor a que gane un radical, pero ahora poco o nada les importa estar allanando el camino para alguien peor.