Miles de personas marcharon para protestar contra la corrupción en el sistema judicial. (Geraldo Caso/Perú21)
Miles de personas marcharon para protestar contra la corrupción en el sistema judicial. (Geraldo Caso/Perú21)

Usted se habrá preguntado por qué Perú21 transmitió, en vivo, desde , la marcha cívica del 19 de julio. Por qué un equipo de reporteros de este diario se desplazó entre la manifestación y otro se ubicó en uno de los balcones del hotel Bolívar. Por qué nos esforzamos para que usted vea y escuche lo que estaba ocurriendo en la plaza San Martín. Por qué decidimos hacerle llegar las incidencias durante todo el desfile, los comentarios de los participantes, las declaraciones de los manifestantes más reconocidos.

Se autodenominó marcha nacional, pero desde su convocatoria y hasta que sonó el último pito de la noche del jueves en el Centro de Lima, se trató, fundamentalmente, de un movimiento cargado de civismo. De preocupación. De reclamo legítimo. De exclamación: la situación que atraviesa el sistema de justicia de nuestro país no tiene más espacio para el cinismo.

Por supuesto, hubo políticos que se treparon al coche, que se subieron, ataviados, a las expresiones de las gentes, que intentaron ponerse en primera fila, que quisieron infringirle a la indignación ciudadana su propia agenda. Nunca faltan los aprovechados de siempre. Pero no pudieron con el pundonor que mostró buena parte de nuestra sociedad. La marcha cívica del jueves último fue diferente a las marchas convocadas por quítame estas pajas o por fobias políticas. Fue un lugar donde la ciudadanía se hizo sentir y escuchar.

El desprecio por la decencia que muestran quienes prefieren el ocultamiento de la realidad para que no afecte sus conveniencias resulta ofensivo e inaceptable.

Por eso cubrimos la marcha en vivo, porque fue una expresión que tuvo que resistir una intensa y agresiva propaganda en contra. Porque la trataron de desinflar, porque la acusaron de hipócrita, de caviar, de roja; incluso sembraron un rumor digital que advertía que estaría infiltrada por marcas y sicarios, todo para que la gente, indignada, cansada de la corrupción, no vaya.

El presidente de la República tomó esa temperatura y se lanzó a respaldarla. La sola convocatoria le dio el soporte que necesitaba para emplazar al Congreso, que se estaba haciendo el loco, obligándolo a actuar.

En estos momentos, la inhibición convierte a los silentes en cómplices.
¿Qué pretenden los que se refugian en formalismos para cuestionar la publicación de los audios y la natural reacción de la gente? ¿Que la izquierda quiera capitalizar el descontento convierte al juez supremo Hinostroza en digno, al fiscal Chávarry en íntegro?

Que Toledo, Humala y Villarán hayan sido algunos de los políticos que se aprovecharon de la batalla infinita que debemos librar los peruanos contra la corrupción no invalida la batalla, no convierte en hipócritas a quienes expresan su indignación.

Los amiguismos pueden convertir a mentes lúcidas en tontos útiles.
Ahora ya no se trata de seguir marchando. La gente ya salió para expresar su repudio contra la podredumbre en la Corte Suprema de la República, en la presidencia de la Corte Superior de la Provincia Constitucional del Callao, en el Consejo Nacional de Magistratura. Nada menos.

Ahora se trata de ser coherentes, de sostener al presidente Vizcarra, de comprender el tamaño del monstruo al que se enfrenta. De darle la fuerza para que impulse la reforma de todo el sistema de justicia, incluida, ahora más que nunca, la Fiscalía de la Nación.