Y como ya se dio el pistoletazo de largada, seguiremos viendo desfilar aspirantes, partidos tipo “vientre de alquiler” y demás cubileteos propios del misérrimo juego político en que el país ha caído en los últimos años.
Y como ya se dio el pistoletazo de largada, seguiremos viendo desfilar aspirantes, partidos tipo “vientre de alquiler” y demás cubileteos propios del misérrimo juego político en que el país ha caído en los últimos años.

Quienes pretendan postular al Congreso o a la Presidencia de la República tienen solo 10 días de plazo para afiliarse a un partido político. El plazo vence este 12 de julio. Nada raro entonces que los apuros de tirios y troyanos con sus listas, alianzas y candidatos comiencen a filtrarse entre los titulares políticos de cada día.

Así, agrupaciones poco conocidas o –con dueños a menudo de dudosa reputación que se lograron inscribir o están a punto de hacerlo– vienen desplegando esfuerzos por hacer “jales” oportunos y, por qué no decirlo, también oportunistas, con tal de mejorar su prospecto electoral.

Es la estrategia clásica: convocar a personajes conocidos para que sirvan como locomotora para colar al Parlamento el mayor número de miembros de cada lista. Lo hemos visto en anteriores comicios y en los que se vienen de seguro volverá a suceder. Y con ese golpe de efecto es que se explica la llegada a una curul de sujetos sin ninguna preparación técnica y mucho menos valores éticos o un mínimo de preocupación por el bien común.

Pero igual existen, también, partidos serios que buscan no solo la afiliación de cuadros de calidad, profesionales de destacadas trayectorias, sino acuerdos programáticos que puedan sostenerse en el tiempo y sobrevivir a los avatares de la política menos edificante. Alianzas con bases ideológicas, morales y sobre todo patriotismo, en las antípodas de lo que hoy se ve en lo alto de los poderes del Estado, un variopinto reparto de personajes de opereta, muchos de los cuales defienden incluso intereses abiertamente delictivos, que destruyen cualquier tipo de tejido social basado en la democracia y el respeto a la ley.

Los últimos en ser tentados han sido Hernando de Soto y Carlos Álvarez, cada uno con su respectivo séquito de amistades y aliados con presunto potencial electoral. Los membretes o nombres de partidos no importan gran cosa, lo real es que se trata de figuras públicas que podrían atraer votos contantes y sonantes.

Y como ya se dio el pistoletazo de largada, seguiremos viendo desfilar aspirantes, partidos tipo “vientre de alquiler” y demás cubileteos propios del misérrimo juego político en que el país ha caído en los últimos años.

Corresponde esperar nomás lo que estos señores propongan como solución a los tres problemas más álgidos que aquejan a los peruanos: galopante inseguridad ciudadana, reactivación económica y del empleo y, desde luego, lucha contra la corrupción.