notitle
notitle

Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Guillermo Niño de Guzmán,De Artes y LetrasEscritor

El fallo ha suscitado polémica, pues no se trata de una vaca sagrada, sino de un arquitecto de 56 años con conciencia social y ajeno a la civilización del espectáculo.

Por si usted, lector, no lo sabe, el Premio Pritzker es, en Arquitectura, el equivalente del Nobel. Creado en 1979 por la fundación estadounidense Hyatt, ha distinguido cada año a los arquitectos más importantes del planeta, desde el mexicano Luis Barragán hasta el brasileño Oscar Niemeyer, pasando por el portugués Álvaro Siza, el español Rafael Moneo y el italiano Renzo Piano. Este año, el Pritzker ha sido otorgado al japonés Shigeru Ban, fallo que ha suscitado cierta polémica, pues no se trata de una de esas vacas sagradas que reciben el galardón como culminación de una trayectoria, sino de un arquitecto de 56 años con conciencia social y ajeno a la civilización del espectáculo.

La decisión del jurado revela un cambio de orientación del Pritzker, como lo anunció, dos años atrás, el premio para el chino Wang Shu, quien se caracteriza por reutilizar restos de construcción en sus edificaciones. En buena cuenta, se nos está diciendo que la arquitectura que favorece proyectos monumentales y edificios emblemáticos que exigen y dependen de cuantiosas inversiones debe ceder el paso a obras más acordes con las necesidades del mundo. Y, en ese sentido, Shigeru Ban es un magnífico representante de lo que llamaríamos arquitectura de emergencia.

En 1995, ante la urgencia de dar cobijo a tres millones de refugiados en Ruanda, Shigeru Ban propuso a la ONU que se utilizaran tubos de cartón en lugar de soportes de aluminio o madera, con el fin de evitar la deforestación y que las piezas metálicas fueran saqueadas y vendidas. El año anterior, a raíz del terremoto de Kobe, había empleado papel para levantar viviendas. Se había dado cuenta de que, con papel prensado, era posible construir estructuras sólidas capaces de permanecer si es que se les proporcionaba el debido cuidado. "Aprendí que la duración de un edificio no tiene que ver con la fortaleza de los materiales con que está construido: el hormigón puede ser destruido por un terremoto, y el papel, sobrevivir a ese mismo terremoto", refirió.

Shigeru Ban aplicó principios de sostenibilidad antes de que a nadie se le ocurriera poner en práctica este concepto. Su arquitectura se basa en la obtención de un máximo de eficacia con los menores recursos. Por ello, prefiere reciclar materiales y aprovechar los elementos disponibles en cada terreno y situación (por ejemplo, llegó a utilizar cajas de cerveza con arena como cimientos para viviendas de emergencia). Diestro e ingenioso para resolver problemas en zonas de desastre, dedica la mitad de su tiempo a estos proyectos (sin cobrar nada por su labor), pero también diseña y construye obras de otro calado –como el Centro Pompidou de Metz–, en las que, fiel a sus patrones estéticos, no olvida los materiales humildes pese a contar con presupuestos más generosos.

Hace pocos días, uno de los más notables maestros peruanos en la especialidad, Enrique Ciriani, declaró que "querer hacer arquitectura es querer mejorar la vida", algo que a menudo ignoran los profesionales de hoy. Shigeru Ban, qué duda cabe, suscribiría esa opinión. Cuando era estudiante se percató de que los arquitectos no trabajaban para la sociedad, sino para la gente privilegiada. Como señala la comentarista Laura Alzubide, "ha nadado a contracorriente en un mundo dominado por las estrellas y el espectáculo. Concederle el Premio Pritzker es abogar por la arquitectura como compromiso social más que como beneficio económico".