Francisco Petrozzi. (Foto: Mincul)
Francisco Petrozzi. (Foto: Mincul)

El gobierno se creó una crisis ridícula e innecesaria, gatillada por una torpeza de Francisco Petrozzi y desatendida por el equipo palaciego, a tal punto que el roche llegó a escalar al fuero internacional. Este asunto se debió cortar de raíz inmediatamente, no media semana después, sin dar ni un centímetro de espacio a la idea de que el canal de todos los peruanos pudiese estar siendo censurado, usado con fines personalistas y manejado como instrumento de propaganda del gobierno.

Entiendo que el gobierno le dio dos días a Petrozzi para que demuestre que él decía la verdad y no Coya. Eso explicaría la filtración de los chats de WhatsApp que, aunque no mostraron nada distinto de lo que ya se sabía, sí lograron convertir el trance en novela. Ya sabemos que nadie es indispensable, pero hasta el momento no se ha dado una explicación sensata para ese despido intempestivo, menos a semanas de una elección y sin un Congreso en funciones. En política no solo hay que ser, sino también parecer, pero con esta torpeza se rompió ese principio fundamental de sobrevivencia democrática. Así, el gobierno se ganó el descontento de un sector de gente aliada y, sin proponérselo, le dio a la oposición balas que desde sus trincheras no han dudado en utilizar.

La renuncia de Petrozzi no será suficiente para revertir ese daño. Pero en esta crisis surge una oportunidad que Dargent y Vivas han abordado bien ayer: aparece una buena ocasión para hacer de TV Perú un canal verdaderamente público, autónomo, con directorio mixto y no dependiente del Poder Ejecutivo. Finalmente, el problema de fondo en esta crisis fue el temor de que los directivos del canal del Estado terminen actuando con sobonería y complicidad con el gobierno de turno. Esta reforma la puede debatir el siguiente Congreso y zanjar el asunto.

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