Separar la paja del trigo. (GEC)
Separar la paja del trigo. (GEC)

El jueves, en el escenario de CADE 2019 y después de unos días tumultuosos y erráticos, la actual presidenta de la Confiep, María Isabel León, sentenció con firmeza el comportamiento de los malos empresarios que, a punta de violar, en unos casos la ética y en otros la ley, han logrado atraer todos los reflectores sobre los gremios empresariales y desgastarlos con su desprestigio.

Den un paso al costado, les dijo, visiblemente consternada, y el auditorio, en el que se encontraba el presidente Martín Vizcarra, la aplaudió sonoramente.

El viernes, mientras la encuesta anual de Ipsos en CADE revelaba que el 66% de los empresarios que estaban en el auditorio aprobaba la labor de los fiscales anticorrupción, constituidos en el equipo especial Lava Jato, la Fiscalía, con autorización del Poder Judicial, allanaba, por segunda vez, el local de la Confiep en Lima. El fiscal José Domingo Pérez buscaba comprobantes o documentación que incriminara a la Confiep en la entrega de aportes para las campañas de Keiko Fujimori en 2011 y 2016; y lo hacía con un enorme sentido de la oportunidad.

El allanamiento duró 48 horas, pero la zozobra de los empresarios que no están comprometidos con los delitos y/o los actos irregulares que algunos de sus colegas cometieron, ya sea en los casos relacionados a Odebrecht, OAS, Camargo Correa o al club de la construcción durante los gobiernos de García y Humala, o a los aportes ocultos para las campañas electorales, no tiene cuándo acabar, la mayoría –que aprueba la labor del equipo especial Lava Jato– no comprende el porqué de la mirada indiscriminada en contra de ellos.

A eso se suma la extrema maledicencia de los activistas en las redes sociales y cierta prensa, que meten a todo el empresariado en un mismo saco, tratándolos a todos, arbitrariamente, de corruptos para abajo.

La manera clasista, es decir, marxista, con la que los detractores del empresariado miran a todo el sector empresarial resulta reveladora: debe quedar claro que su juicio no es legal ni moral, es político y está motivado en el precepto marxista de la lucha de clases. No miran de la misma forma a otros sectores profesionales involucrados en los mismos casos, a nadie se le ocurre vociferar en contra de todos los abogados, a pesar de que hay defensores y árbitros seriamente comprometidos; y solo otros involucrados podrían atreverse a decir que todos los fiscales, incluidos los del equipo Lava Jato, son corruptos, a propósito de los fiscales que respondieron a la solicitud del ex primer ministro César Villanueva para que lo ayuden a boicotear el proceso que recae, directamente, sobre él.

El miércoles, en la primera sesión de CADE 2019, el exministro de Economía y actual presidente de la CAF, Luis Carranza, dijo respecto de la situación que atraviesa la Confiep en estos días que hay que separar la paja del trigo, y no le falta razón.

Los investigadores no pueden sospechar de un gremio, no importa que algunos de sus integrantes hayan contravenido la ley; deben saber identificar las responsabilidades, es su deber hacerlo. Un fiscal no le solicita a un juez permiso para allanar el local de la CGTP después de una protesta liderada por la Central General de Trabajadores del Perú, en la que se incendió y destruyó bienes públicos y privados. La Fiscalía que estuvo de turno durante los desmanes tiene el deber de individualizar las responsabilidades, buscar las pruebas y solicitar la detención preventiva del o los responsables. La justicia, para ser tal, no puede tener sesgo ni prejuicio.

Desde esta columna respaldo el trabajo del equipo especial Lava Jato, celebro el coraje y la decisión con que enfrenta al poder, al político y al económico, cuando ha delinquido; he criticado firmemente el sesgo político con el que ha intervenido el Tribunal Constitucional, tanto en el caso de Ollanta Humala y Nadine Heredia, como en el de Keiko Fujimori. Estoy convencida de que, en el Perú de este siglo, nadie puede tener corona; que la lucha contra la corrupción, la demagogia y la desigualdad de oportunidades es indispensable para el crecimiento y el futuro como nación. Lo que no puedo respaldar es el exceso por un prejuicio o por un afán de figuración.