Llevo más de 20 años viajando por distintas zonas rurales y últimamente he visto más enfermos mentales que nunca. Un documental sobre las comunidades aledañas a la operación minera de Xstrata Tintaya en Espinar (Cusco) se detiene varios minutos en mostrar imágenes de deficientes mentales. Son demasiados niños y jóvenes en esa situación.

Hace menos de un mes estuve en las afueras de Chachapoyas, en Vista Hermosa, un pueblo en eterna pobreza extrema al que vuelvo cada año, y vi más enfermos mentales que nunca, desde recién nacidos hasta adultos. Incluso hay una manera coloquial de referirse a ellos: los “sencillazos”. Escuchar el apelativo puede resultar hasta cómico, pero estamos hablando de personas marginadas por su propia condición, personas desaseadas, con la mirada perdida, con muy poca o nula capacidad para otra cosa que no sea ayudar a sus familiares en la chacra. Son personas vulnerables cuyos padres, a veces ancianos, no pueden bajar la guardia porque sus hijos no se valen solos, nunca dejan de ser una carga. Son peruanos sin voz ni voto y con los que nadie quiere reproducirse. Llevo décadas viajando y mi registro personal es que van en aumento y que la mayoría son hombres, no sé por qué, solo sé que cada año veo más.

En el caso de Xstrata Tintaya, el documental Hijos del agua de la periodista Maga Zevallos sugiere que, aunque no existen estudios determinantes, se sospecha que la exposición a metales tóxicos durante el embarazo genera graves consecuencias en la salud de los fetos. En el caso de Vista Hermosa, la incidencia no es atribuible a toxicidad mineral, por no ser zona minera, pero sí a la desnutrición, falta de vacunas, etc., pues, a simple vista, su abandono es extremo.

Las cifras del Ministerio de Salud son reveladoras: a través de los 31 Centros de Salud Mental Comunitarios implementados desde 2016 en diversas regiones del país se ha atendido a casi 2 millones de personas, de las cuales el 70% son niños y adolescentes.

La salud mental es un derecho fundamental, no un lujo que atenderemos el día que dejemos el subdesarrollo. Pero estamos más pendientes de cómo castigan a Kenji y sus amiguitos que de nuestros (verdaderos) enfermos mentales. Necesitamos a peruanos recién egresados de psiquiatría que se ofrezcan a dejar su comodidad para ir un tiempo a atenderlos. Necesitamos prevención, terapias y medicamentos. Pero mientras no los haya, es groseramente frívolo estar pendientes de las ridículas mechas entre los poderes de turno, a la mierda con ellos.

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