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Redacción PERÚ21

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Juan José Garrido,La opinión del directorNo cabe duda de que el caso López Meneses detonó en el seno del gobierno. El gobierno actuó en primera, relevando a una serie de oficiales y miembros del Ejecutivo; pasadas las semanas, no obstante, pareciera que la bombilla etérea de la "desestabilización" (acompañada por algunos medios y sus adulones) les ha brindado un recodo de tranquilidad. Reacomodaron sus alfiles, la comisión investigadora está encaminada (¿existe esperanza?), y a otra cosa mariposa.

Al menos, eso es lo que creen –imaginamos– en Palacio. Lo cierto es que la percepción ciudadana es diferente. Y si no nos creen, revisen las cifras de desaprobación y descrédito presidencial en nuestra última encuesta de Pulso Perú. La aprobación del mandatario Ollanta Humala cae (después de la recuperación registrada en noviembre) de 35% a 31%. La desaprobación se mantiene alta en un 61%. ¿Las razones? Pues, al revisar la encuesta, queda claro que el caso Lópezgate ha cobrado sus porciones.

Para empezar, 45% de los entrevistados no se cree el cuento de las "dádivas" a cambio del resguardo policial. Peor aún, 60% cree que el presidente Humala sí estaba enterado del resguardo policial. Y como para bajar la tapa del inodoro creado por la DINI y rebotado por algunos medios, 54% se ríe del disparate del supuesto "golpe de Estado". En resumen, que el pueblo no les cree y que no se comen el cuento.

Esto puede ser visto de muchas maneras. Imaginamos que en Palacio, donde la dinámica se entiende desde la dualidad amigo-enemigo, esto seguirá siendo una conspiración de opositores. Y en cierta medida, puede ser que efectivamente los partidos de oposición y algún sector de la prensa esté aprovechando el espacio creado para ganar posiciones en la lid política e ideológica.

Desde este rincón, no obstante, nuestra preocupación acompaña a la institucionalidad democrática. Nada quisiéramos más que observar el recambio presidencial del 2016 en un ambiente de júbilo y optimismo democrático. Ese escenario es, sin dudas, nuestro guía y norte, y estamos seguros que el de la gran mayoría de peruanos.

Por ello, nos preocupa sobremanera la temprana percepción que se ha formado respecto al gobierno. Queda, como sabemos, la mitad del camino por delante, y es por ello que exhortamos al gobierno a reajustar su ruta al 2016. 48% de los encuestados perciben al gobierno como "regular", mientras 38% creen que es "malo" y tan sólo 11% que es "bueno". En un interesante ejercicio de reflexión, el promedio de los entrevistados en 5 variables conferidas (manejo económico, programas sociales, democracia y transparencia, seguridad y lucha contra el narcotráfico, y lucha contra la corrupción), sugiere que el gobierno sale jalado con 9,4 sobre 20.

La buena noticia es que las bases para una recuperación de la confianza y la credibilidad están presentes. El premier ha manifestado personalidad, muñeca política y poseer una positiva agenda para el país en general; el gabinete está nutrido de personalidades y tecnócratas comprometidos con el desarrollo nacional. Nuestra economía, aunque desacelerada, está sólida y tiene aún mucho potencial por desarrollar. Y las expectativas de inversión, no obstante medio flojas, siguen presentes.

En otras palabras, el Perú no pierde las esperanzas y lo que estamos observando no es otra cosa que su queja porque el gobierno se aleja de las expectativas y esperanzas depositadas. Esa es nuestra lectura; empero, si revisan las preocupaciones, la misma se nutre de la agenda ciudadana: seguridad, lucha contra la corrupción, solución de los conflictos sociales, entre otros. La agenda está ahí; basta con que el gobierno decida de una vez por todas cómo quiere culminar su mandato y, sobretodo, cómo quiere ser recordado: como el "regular" que hoy expresa o como el "bueno" que los peruanos ansían.