“Fue patético ver que no se dejara pasar al transporte que llevaba medicamentos o balones de oxígeno y que los manifestantes estuvieran dispuestos a sacrificar la vida de otros por una protesta que pudo darse en otro momento”.
“Fue patético ver que no se dejara pasar al transporte que llevaba medicamentos o balones de oxígeno y que los manifestantes estuvieran dispuestos a sacrificar la vida de otros por una protesta que pudo darse en otro momento”.

Nuestro verdadero problema: la llegada de las vacunas quedó oculta por sucesos menos graves pero más llamativos, como la huelga de transportes que expuso la indiferencia de los peruanos a sí mismos, la evidencia de que, ni en una emergencia podemos actuar como nación. Fue patético ver que no se dejara pasar al transporte que llevaba medicamentos o balones de oxígeno y que los manifestantes estuvieran dispuestos a sacrificar la vida de otros por una protesta que pudo darse en otro momento y de otra forma. La excusa de que se trataba de infiltrados y el débil llamado a una mejor conducta no exime a los dirigentes de su responsabilidad: ellos conocen muy bien lo que ocurre cuando hay turba en las calles; saben que no pueden controlar actos de vandalismo.

Y, una vez más, se comprobó que la violencia es la vía para obtener lo que se quiere.

El otro entretenimiento de la semana fue la audiencia para el pedido de prisión preventiva para Martín Vizcarra. Los argumentos de la Fiscalía y pruebas presentadas sonaron contundentes para llevarlo a juicio, pero no para prisión preventiva. Tuvo suerte, a él no se le aplicó el abuso que sí se ha cometido con otros acusados que han tenido que estar en la cárcel sin juicio ni sentencia. ¿Por qué no someter a todos a las mismas reglas?

La cereza del pastel: la reaparición del fiscal Pérez sembrando el terror en el país.

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