Bloqueos y marchas marcan la pauta informativa esta semana en Bolivia. Un elemento común es que exigen la renuncia del presidente Luis Arce y el vicepresidente David Choquehuanca. El motivo principal de queja es la economía que, según expertos, está próxima a una estanflación. Pero si apenas rasgamos la superficie del descontento veremos que la ambición política mueve los hilos de levantamientos que buscan realzar las diferencias para definir el liderazgo indígena.
Primero, corresponde señalar que la falta de dólares y escasez de combustible son problemas reales que afectan al país. El error político consiste en demorar la adaptación a las nuevas condiciones del mercado local. La reducción exponencial de la producción de hidrocarburos provocó que Bolivia pasase de exportador a importador de combustibles. Como consecuencia, el país carece del sustento para mantener el gasto fiscal.
El modelo de economía plural que promovió Evo Morales cuando nacionalizó los hidrocarburos en 2006 debía dar pie a una nueva estructura económica que impulsara el desarrollo de diversos sectores productivos. Pero la bonanza de la explotación de recursos naturales, que indujo las mayores cifras del producto interno bruto en la historia boliviana, no se tradujo en la transformación proyectada. De haberse concretado, el incipiente desarrollo habría amortiguado la baja de los precios de hidrocarburos y la escasez del recurso. Hoy somos testigos del fracaso de un modelo económico.
Es lógico que el gobierno pierda adeptos con el alza de precios de la canasta básica y la escasez de recursos esenciales para movilizar transporte y comercio. Lo cuestionable es que las fuerzas políticas de oposición frenen en el Congreso iniciativas que el Ejecutivo propone para dinamizar los flujos, y que, por este estancamiento legislativo, acusen al gobierno de incapacidad para abordar la crisis. Con ello se abre la puerta para poner en duda las verdaderas intenciones de la movilización.
Los ponchos rojos convocaron a 10 mil indígenas del altiplano para bloquear el acceso a la capital el lunes 16. Gremiales y transportistas se sumaron al llamado de los campesinos, pero en su primera jornada de protesta, apenas decenas de manifestantes se posicionaron en cuatro de los nueve puntos de ingreso a La Paz. Aunque la movilización convoca cada día más adherentes, solo una ruta ha sido totalmente bloqueada. El movimiento está dividido porque algunos dirigentes acusan a los instigadores de perseguir intereses personales.
Por otra parte, Evo Morales inició el martes la “Marcha para salvar Bolivia”, desde Caracollo a La Paz. 190 kilómetros de recorrido que pretende completar el día 23 en la Plaza Murillo, frente a la sede presidencial. Con megáfono en mano, el activista planteó como objetivo la renuncia del binomio en el gobierno y propuso que asuma el presidente del Senado, Andrónico Rodríguez, cercano al dirigente cocalero. Las declaraciones fueron suficientes para que el ministro de Justicia anunciara la apertura de un proceso penal en contra del líder indígena por “intento de golpe de estado”. El día de ayer el funcionario de Estado indicó además que Evo Morales emplea una vagoneta vinculada al narcotráfico.
Los bloqueos convocados por los ponchos rojos y la marcha dirigida por Evo Morales movilizan facciones. Su expresión da cuenta de la ruptura del movimiento indígena que alguna vez pudo aglomerar Morales, de la mano con García Linera. Es normal que la condición de crisis económica produzca un cuestionamiento a los liderazgos. Pero los datos indican el empleo de una serie de herramientas políticas para exacerbar los problemas, se calienta la disputa por el liderazgo indígena en Bolivia.