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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

En las últimas semanas –e incluso desde el ajustado triunfo de PPK en la segunda vuelta– se oyen voces que proclaman la urgencia de una gran coalición de derecha: ppkausas + fujimoristas; derecha tradicional limeña + derecha emprendedora; antiguos apellidos + nuevos apellidos; los distritos de la clase alta y media alta limeña + los distritos posdécada del cuarenta del siglo pasado de Lima y de la mayoría del país. La amalgama de esta gran coalición de derecha sería la defensa del modelo económico, a lo que debe añadirse la pasión unilateral por las inversiones y la visión tecnocrática y pragmática del ejercicio de la política.

Todo esto es, en gran medida, posible. Esta gran coalición no se puede descartar. Más aun, hay quienes piensan que, a pesar del trago amargo de la censura al ministro Saavedra y de los desplantes de Fujimori y de la bancada de Fuerza Popular, dicha coalición puede y debe funcionar. En ayuda de quienes así piensan acuden las votaciones en el Congreso: "El oficialismo ha votado en conjunto con la mayoría fujimorista en 82 de las 92 votaciones" (Perú21, 11.12.2016).

Hinchas de esta alianza sueñan con una alternancia en el poder que los mantendría siempre bien parados: los ppkausas gobiernan hasta el 2021, y del 2021 al 2026, uno de los Fujimori que están en carrera política.

Sin embargo, hay un detalle: los fujimoristas no se pueden arriesgar a perder la presidencia el 2021. Puede ser su última opción; y, de seguro, será la última de Keiko Fujimori. Su hermano reclamará, después, la conducción. Mucho puede ocurrir al interior de este grupo, de liderazgo familiar. Y un pacto de gobernabilidad entre el Ejecutivo y la mayoría del Congreso implica graves riesgos. Porque si el fujimorismo aparece como aliado de PPK y acuerda tal pacto de gobernabilidad con el Ejecutivo, estará sellando su futuro político a la suerte del gobierno, y es difícil, muy difícil, imaginar una apuesta tan arriesgada.