El presidente Martín Vizcarra subió ocho puntos porcentuales en su aprobación. (Foto: Difusión)
El presidente Martín Vizcarra subió ocho puntos porcentuales en su aprobación. (Foto: Difusión)

¿A alguien realmente le sorprendió el rebote en la popularidad del presidente Vizcarra? El salto estaba cantado desde el momento en el que en Palacio decidieron enfrentar al Congreso con la cuestión de confianza y –en un nivel más bajo– cargar equivocadamente contra los venezolanos que escapan de la miseria que tienen que enfrentar en su país. Como un amigo me dice, este es un buen ejemplo del síndrome Game of Thrones: sin sangre y dragones, no hay rating. Pocas cosas cohesionan más que un enemigo en común.

Si algo aprendieron rápido en el gobierno, es correr la ola del descontento popular que existe contra el Congreso. Esa fue su punta de lanza a finales del año pasado y lo ha sido de nuevo con la cuestión de confianza, catalizando en ambos casos el desprestigio rampante de este Poder Legislativo. ¿Eso es populismo? Cualquiera con intención de mantener su gobierno a flote lo habría hecho. Con mayor razón si se tiene al frente una oposición tan deslucida, improductiva y obstruccionista.

El problema es que la regla “mientras más desprestigio para el Congreso, mayor prestigio para el presidente” trae una carga negativa para la democracia pues pone en riesgo el equilibrio de poderes. Tristemente mi generación no ha visto peor Congreso que este. Solo faltan dos años, un mes y 10 días para tener una nueva camada de congresistas que, ojalá, traigan nuevas luces.

Vizcarra ha vuelto a tomar vuelo en las encuestas, pero las razones que explican el rebote deberían llevarlo a tomar este momento como una victoria pasajera. Si no le da contenido, la emoción popular que lo ha vuelto a levantar corre el riesgo de desaparecer tan pronto como llegó.

*Hoy cumplo un año escribiendo de lunes a viernes esta columna. Muchas gracias a quienes la leen, comentan y comparten.

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