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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Pasar toda la mañana del domingo tirado en la cama, rodeado de periódicos, es un placer que había olvidado. Internet tiene la culpa. La idea de leer gratis los diarios, de tener acceso inmediato a todos, de escoger lo que nos gusta sin mediaciones, me alejaron de esa relación íntima con el papel periódico y el olor de la tinta fresca.

El domingo pasado pudimos volver a la piscina de almohadas. Daniela y yo nos sumergimos en las líneas de la prensa local y nadamos página a página, postergando el desayuno hasta casi llegado el mediodía. Por unos pocos soles pudimos regresar a la invalorable experiencia de leer crónicas sin apuro, con la misma sensación de quien vuelve al cine para reencontrarse con su mágica inmensidad.

Por fin leí en orden los periódicos, sin saltos repentinos. Peiné completamente cada columna de opinión y pasé a la otra, y a la siguiente, trenzando pacientemente una larga cabellera de ideas. Volví una que otra vez al párrafo anterior para rebuscar esa frase que se me quedó latiendo en la frente. Me detuve en cada grupo de noticias para compartir impresiones con mi chica, que es más aguda que yo y siempre me ofrece su inteligente panorámica. Las horas pasaban mientras tejíamos conversaciones que ya no solemos tener cuando cada quien toma su pantallita y somos absorbidos en la inmediatez del chat y la tiranía de los likes. Traicionera es la red de redes, nos ofrece ventanas a múltiples paisajes que no vamos a recorrer y nos arrastra a esa irrefrenable sensación de velocidad que, tarde a temprano, nos hace adictos.

Las siguientes horas del último domingo fueron raras pues cierta inercia se había quebrado. Las editoriales tenían otra profundidad: eran editoriales, no enlaces. Habíamos pasado de ser internautas que acceden al contenido que determinan los algoritmos a ciudadanos que tejen sus reflexiones tomando el timón de sus lecturas. Así escapamos de la ruta digital que creemos espontánea y nos precipitamos a esa verdadera casualidad tan venida a menos, a esa excepción que no confirma la regla. Porque al repasar las secciones de un periódico uno se encuentra con sorpresas no buscadas, con contenidos que fueron elaborados para otro lector.

Mañana nos dedicaremos a esa mañana dialéctica, a ese largo buenos días apenas interrumpido por la inevitable urgencia de ir al baño. Evadiremos al desayuno con un delicioso café expreso y estaremos sin plan, renunciando a la fantasía del tiempo real. Pensaremos con calma. Fluiremos nomás.