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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Sociólogo y comunicador

Nos enteramos por una noticia publicada en La República diez días después de la sentencia. Lelio Balarezo Young, empresario del sector construcción, fue condenado a cinco años de cárcel efectiva por el delito de defraudación tributaria. Su empresa adulteró 176 facturas de proveedores entre 1995 y 1997 y así evitó pagar impuestos por 6 millones de soles.

Balarezo es el líder de dos destacados gremios empresariales: Capeco y la Confiep. Lamentablemente la Cámara ha dicho que se trata de un problema personal y que no le toca pronunciarse (Semana Económica, 21 de abril). Pero este delito personal menoscaba el liderazgo del empresariado en un país donde su papel ya viene siendo objeto de polémicas públicas que se traducen, por ejemplo, en sonadas marchas estudiantiles frente a sus locales institucionales.

Los estudios de opinión muestran que los peruanos valoran la vocación de emprendimiento y la celebran con orgullo cuando sus familiares o conocidos progresan efectivamente. Pero también señalan que los grandes empresarios son actores dignos de sospecha pues encarnan una ambición que está dispuesta a pasar por encima de las normas y las consideraciones humanas más elementales. Al gran empresario se le percibe como el ejemplo más ilustrativo del egoísmo social.

De allí que uno de los retos más estratégicos que deberían asumir los gremios empresariales sea demostrar que no solo velan por sus legítimos intereses corporativos, sino que estos son congruentes con un interés ciudadano mayor. Gracias a tendencias como la responsabilidad social, las empresas han ido comprendiendo en los últimos años que su papel en la sociedad no se agota en generar excedentes sino en producir bienes y servicios que beneficien a sus proveedores y trabajadores, a sus accionistas y consumidores.

El caso Balarezo es dos veces grave. Porque daría cuenta del relajo con el que los gremios empresariales se tratan a sí mismos y porque demuestra que cualquier delincuente puede suplantar el papel del líder gremial, mellando el esfuerzo de miles de empresarios que hacen las cosas bien.

Lo positivo de esta noticia es que nos demuestra que no hay poder económico impune ante la ley, que la Sunat, la Fiscalía y el Poder Judicial sí pueden cumplir su misión. Ahora, a los gremios empresariales les toca estar a la altura de sus propios retos institucionales. Las conferencias de prensa no bastan, tienen que ganarse el respeto con hechos contundentes.