El Congreso, la Policía y el Tribunal Constitucional le fallaron al país. El primero nos quitó el derecho de tener un gobierno democrático y legítimo, la segunda nos agarró a perdigones, mató a dos chicos y maltrató a muchas personas de las tantas que salimos a protestar, como es nuestro derecho; y el último, nos dio la espalda.

Fueron tres instituciones que nos fallaron esta vez, pero no son las únicas con fallas. El Poder Judicial, el Ministerio Público, los gobiernos regionales y locales y varios ministerios están en la misma cancha. No es nuevo hablar de la poca institucionalidad del país, pero sí es oportuno.

La ciudadanía fue quien volvió a encarrilar al país. Ahora ya tenemos un gobierno de transición respetado, que seguro tendrá que enfrentar todavía muchos problemas, pero al menos es legítimo.

Depende mucho de todos nosotros qué pasará con las instituciones en el nuevo gobierno, si seguirán debilitándose o se empezarán a fortalecer. Las marchas han dejado claro que los peruanos no podemos seguir siendo apáticos, apolíticos o antipolíticos, tenemos que ser políticos en democracia.

No significa que todos tengamos que pertenecer a algún partido o trabajar en el Estado, los que quieran bienvenidos porque los necesitamos. Necesitamos ser más. Y debería a empezar a ser un camino profesional honorable y tecnocrático. Entre más personas con genuino interés, mejores instituciones tendremos, hasta el punto en que llegarán a ser fuertes más allá de las personas.

Pero se puede ser político desde la ciudadanía también. Saber nuestros derechos y deberes, leer la Constitución antes de pedir cambiarla y saber exactamente qué se quiere cambiar y por qué, qué reforma política necesitamos, preocuparnos por quiénes votar para que no volvamos a tener a 105 congresistas a los que no les interesa el país.

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