Nadie jamás me va a poder acusar de simpatizar con Salvador del Caviar. No solo por abismales discrepancias políticas (me parece una caricatura andante de lo tan forzadamente caviar que es), porque siempre me pareció que el puesto de premier le quedaba inmenso y porque solamente es peor actor (bastante malo. Solo tiene tres expresiones faciales recurrentes) que político, sino —y en mucho mayor medida— porque generó una situación absurda y fatal en el Congreso, que terminó ocasionando el cierre golpista del mismo por parte del repelente Vizcarra. El Congreso estaba ejerciendo SU potestad de elegir al nuevo Tribunal Constitucional de la manera que mejor considerase y el Ejecutivo no tenía por qué meter sus narices en proceso ajeno, menos con la amenaza de una disolución prepotente por una cuestión de confianza tan forzada. Todo ese show patético e infantil que protagonizó Del Caviar, junto al siempre insoportable Gino Costa y alguno más de esos, se hizo nada más porque se iba a elegir a un nuevo TC en donde la izquierda y el vizcarrismo iban a perder su mayoría con la salida de Espinosa-Saldaña, Ledesma, Ramos Núñez y el opaquísimo Miranda. Salvador del Caviar no merece más que asco y repudio por lo que hizo. Pero castigarle con una inhabilitación política por golpista es un exceso: Salvador del Caviar tiene a su favor que no se plegó al golpe vizcarrista y renunció. Ese es el argumento principal para mí que le salva, pues su defensa de que el TC posteriormente convalidó su pedido de confianza y validó el cierre es una payasada porque precisamente quienes le dieron la razón fueron esos cuatro magistrados politizados que retuvieron sus puestos, su poder y sus sueldazos en el TC por la clausura golpista que ocasionó la bufonada de Salvador del Caviar. Y siendo cínicos, tampoco es que Salvador del Caviar sea un potencial candidato presidencial caviar con altas posibilidades. Las aguas ya encontraron su nivel y seguirá allí nomás de actorcillo blanquito del montón.