Salud para el bicentenario

“¿Qué vamos a celebrar en el bicentenario de la independencia? Porque no hemos logrado ser verdaderamente libres”.
Salud para el bicentenario. (El Comercio)

Es 2020, ya viene el 2021. ¿Qué vamos a celebrar en el bicentenario de la independencia? Porque no hemos logrado ser verdaderamente libres. En economía la prosperidad llegó cuando algún commodity subió de precio. Lanas y guano en el siglo XIX; caucho, harina de pescado y minerales en el XX; frutas y vegetales frescos y otra vez minerales en lo que va del XXI. La abundancia ocasional sirvió para pagar algunas deudas, pero no para construir desarrollo, porque se gastó en corrupción. Desperdiciamos oportunidades. Tampoco hemos sido libres en política, porque terminamos siendo esclavos de las ambiciones de cada época. Por desgracia no logramos construir instituciones que nos protegieran de los poderosos. Así que las leyes y la justicia vinieron con nombre propio para arrasar los derechos y las honras de los que no tenían los apellidos o los carnets de turno.

Faltó educación, se dice. Es verdad, pero para enseñar qué. Como sociedad tampoco hemos podido contar nuestra propia historia. La época del terrorismo es un ejemplo. Lo más completo hasta ahora es el Informe de la Comisión de la Verdad. Justa en muchas de sus páginas, pero la política fue mezquina con el sacrificio de las Fuerzas Armadas. Tal es la distorsión que, frente al heroísmo en el rescate de rehenes del MRTA, lo que sobrevive son los juicios contra los comandos por un ajusticiamiento que, de haber existido, solo sería imputable a un personaje del grupo Colina. Duelo en ambos lados, que el enfrentamiento fue terrible. Debemos superarlo para estudiar sin pasión qué pasó y por qué. ¿Y del futuro qué hay? Tampoco coincidimos en el país que queremos ser, ni en lo que hace falta para que haya trabajo para todos, ni en los impuestos para financiar los servicios públicos de calidad que necesitamos.

Habrá que romper la inercia de tantos años. Hay que ponernos de acuerdo. Requiere honestidad intelectual para reconocer los hechos del pasado, sin acomodarlos al gusto de moda. Requiere también ver más allá de nuestro horizonte de vida para construir una propuesta de país y las políticas públicas que lo hagan posible. Requiere sacrificio y grandeza, pero los podemos tener. No pienso en los héroes de siempre. Pienso en el payaso Tripita, que consoló a la población de Pisco la misma noche del terremoto de 2007 o en el muchacho que con el unicornio de hule rescató víctimas en las inundaciones de Piura en 2017. Gente como uno o, mejor dicho, mejor que uno. Que el bicentenario nos llegue siendo como ellos. Estamos a tiempo.

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