"Después de callar en todos los idiomas durante estos 8 meses, cuando les abrían la puerta de Palacio y colocaban a su gente en puestos bien remunerados de la administración pública, han decidido lanzarse tardíamente contra un gobierno que ya desde el principio daba muestras elocuentes de insolvencia moral e incapacidad".
"Después de callar en todos los idiomas durante estos 8 meses, cuando les abrían la puerta de Palacio y colocaban a su gente en puestos bien remunerados de la administración pública, han decidido lanzarse tardíamente contra un gobierno que ya desde el principio daba muestras elocuentes de insolvencia moral e incapacidad".

Ahora que se tambalea por sus propias carencias y desatinos, pero también por lo trasnochada de su ideología, sus socios primigenios de la izquierda local, que se embarcaron con él para sostener un gobierno que buscaba hacer retroceder al Perú con un proyecto político obsoleto, han decidido saltar públicamente por la borda.

No solo eso, en su intento de marcar distancias para no chamuscarse con el oficialismo, improvisan severas críticas a la gestión de la que ellos participaron y contribuyeron a aupar con los técnicos de los que obviamente carecía la hueste cerronista, que una estadística actualizada situaría –a los recomendados de Vladimir– hoy más cerca de los archivos criminales que de colegios profesionales o universidades de prestigio.

Es cierto que desde el principio las cabezas visibles de Perú Libre manifestaron su desprecio por lo que ellos denominaban la izquierda “caviar” o “pituca”, encarnada en los partidos Nuevo Perú y Frente Amplio. Desprecio que, cuando miembros de esos partidos fueron reclutados para encabezar ciertos ministerios en los primeros meses de este gobierno, se convirtió en un rechazo total que hasta hoy enfurece a Vladimir Cerrón, como se puede apreciar en sus constantes tuits acusándolos de traidores y demás denostaciones bolcheviques.

Como suele decirse, no hay peor enemigo de un izquierdista que otro izquierdista. Sin embargo, los líderes de esos grupos que hoy intentan desmarcarse de la administración Castillo –Verónika Mendoza, Mirtha Vásquez– fueron inocultables cómplices del desastre, casi tanto como Cerrón y los suyos.

Sin ir muy lejos, la presidenta en funciones de Nuevo Perú, Anahí Durand, acaba de “poner su cargo (partidario) a disposición” pues, al revelarse que era una caletísima consultora de la PCM, antes que encabezar un partido minúsculo, prefirió obviamente quedarse con su sueldo de asesora.

Después de callar en todos los idiomas durante estos 8 meses, cuando les abrían la puerta de Palacio y colocaban a su gente en puestos bien remunerados de la administración pública, han decidido lanzarse tardíamente contra un gobierno que ya desde el principio daba muestras elocuentes de insolvencia moral e incapacidad.

Es imposible soslayar el hecho de que, si Castillo llegó hasta este nivel de descalabro, la izquierda local también aportó lo suyo.