Una Rusia díscola

La disolución territorial de la Unión Soviética en 1991 fue una gran humillación para los rusos.
notitle

Ricardo Lago,Uso de la palabraEconomista y Asesor Financiero

La actual crisis de Ucrania no tiene visos de solución y, además, puede que le sigan otras en los países exsoviéticos y que Rusia tratará de mantener bajo su esfera de influencia. La disolución territorial de la Unión Soviética en 1991 fue una gran humillación para los rusos. Mijaíl Gorbachov, el entonces presidente, no pudo hacer mucho para evitarlo, pues la Unión Soviética había devenido en una nación quebrada, plagada de descontrol y movimientos secesionistas rampantes.

Ahora, Putin parece dispuesto a resarcir el honor perdido. Después del episodio de Crimea y Donetsk, el ajedrez geopolítico ruso podría ser la anexión de Transnistria, una franja de territorio de la República de Moldova, colindante con Ucrania y de población predominantemente pro-rusa, cuyo gobierno funciona con presencia militar rusa. Su anexión sería tan fácil como la de Crimea.

De ahí, la siguiente etapa podría ser la anexión de Bielorusia, cuya economía está integrada en la rusa y cuya política exterior alineada con el Kremlin. Lukashenko, su presidente desde 1994, es un autócrata que se mantiene en el poder mediante el fraude electoral y la represión. A finales de los 90, Rusia y Bielorusia pusieron en marcha una confederación binacional, lo que facilitaría que Putin diera un paso más.

En realidad, el designio de Putin es recuperar para Rusia todo lo que pueda de los territorios de la Rusia clásica o Kievan Rus, esa zona entre el Báltico al mar Negro donde se originó la nacionalidad rusa entre los siglos IX y XIII, y que comprende a grandes rasgos los estados de Bielorrusia y Ucrania. Se siente heredero de Iván III el Grande, el Zar que emprendió la misma misión en el siglo XV.

La coartada perfecta se la ha dado a Putin la falta de sensibilidad hacia Rusia de la Unión Europea y los Estados Unidos. Ante una Rusia prostrada, no han escatimado ofrecimientos a las repúblicas ex-soviéticas para que abandonen la esfera de influencia rusa. Está claro que la Unión Europea tenía la responsabilidad moral de atraer a su seno a los tres países bálticos cedidos a la Unión Soviética en 1940 (en el pacto nazi – soviético Ribbentrop – Molotov). Sin embargo, no parece que haya sido oportuno provocar a Rusia negociando con Ucrania y Georgia su entrada en la OTAN y en la Unión Europea.

El resultado es que los rusos han ocupado partes del territorio de ambos países y, lo que es peor, Rusia está pasando de ser un país cooperante con el G-7 a ser un país díscolo. Una Rusia incomoda y contestataria puede hacer mucho daño en Irán, Siria, Corea del Norte, Venezuela y Cuba.

Tags Relacionados:

Más en Opinión

Los libros imposibles

¿Cómo se relacionan crecimiento y bienestar?

El quinto: no matarás

El valor de un fiscalizador independiente

Golpe y paz

“Lecciones desde Bolivia”

Siguiente artículo