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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

En los años en que viví en Londres circulaba este chiste: "¿En qué se parecen un macroeconomista y una corbata? Son perfectamente inútiles, pero no se ve bien que llegues a una reunión en la City sin ambos".

Muchas empresas realizan ejercicios de planeación financiera para los próximos dos o tres años. En ellos proyectan ventas, planilla y costos financieros. Para los cálculos necesitan pronósticos del PBI, la inflación, el tipo de cambio y la tasa de interés que obtienen de uno o varios analistas macroeconómicos. No pocos ciudadanos también tienen en cuenta los pronósticos de los gurús, que leen en la prensa financiera, para decidir si ahorran, gastan, invierten o se endeudan.

Tomemos los pronósticos del PBI en Perú. En las rachas de años normales, en que nada cambia mucho, casi todos los analistas aciertan, pero, cuando se altera la tendencia, casi todos se equivocan y, si el cambio es brusco, los errores pueden ser formidables: si se acelera el PBI, el pronóstico apenas llega a la mitad –como en 2010– y si se enfría la economía, el pronóstico puede acabar siendo el doble del PBI registrado –como en 2014 y 2015– o hasta cinco veces, como en 2009. Richard Webb lo explicó muy bien desde su columna en El Comercio (), en que agradezco que celebrara mis pronósticos para 2009 y 2010:

"Vivimos un mundo de cambio abrupto, precipitado, nervioso, no lineal. El paradigma del pasado, muy influyente para los economistas, ha sido el del cambio gradual y de la evolución incremental, donde la proyección de mañana tenía un fuerte peso del pasado. Hoy, con la rapidez del crecimiento de algunos países, la velocidad de los cambios políticos y climáticos, la interconexión mundial que magnifica y acelera las olas… más y más debemos decir, como dice la juventud, que lo de ayer 'ya fue'".

¿Tienen costos para las empresas y particulares los malos pronósticos? Sin duda, sobre todo saliendo de una racha de bonanza; acaban endeudados hasta las cejas y tienen que liquidar con pérdidas, activos e inversiones que ya no reditúan; los bancos nadan en un mar de préstamos en mora y algunos se van a pique.

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