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Era este un héroe sin capa y sin máscara. Su campo de acción no es la gran ciudad sino la exuberante Amazonía peruana. Es bigotudo, de unos cuarenta años, de porte atlético y de oficio, empresario maderero. Le dicen Javico y, cuando no está en casa con su esposa e hijos, se ve envuelto en aventuras relacionadas con seres fantasmales o le hace frente a poderosos empresarios de oscuros negocios. No se considera un héroe. Es más, se burla cada vez que puede de Superman y Batman.

Todo lo arriba descrito enmarca a Selva misteriosa, la mítica historieta de aventuras de Javier Flórez del Águila (Trujillo, 1934), compilada por primera vez, por lo cual es un gran rescate de este hito del cómic peruano. Y no es exageración, pues por su guion y calidad gráfica está a la altura de cualquier historieta de Latinoamérica e incluso más allá. La historia de Javico –apodo que alude a su creador– apareció por primera vez en las páginas del diario El Comercio, el 1 de noviembre de 1971, y fue levantada abruptamente en 1974 tras la expropiación de los medios de comunicación por parte del gobierno militar. Pese a su corta vida, y a no haber sido publicada nunca de manera autónoma, Selva misteriosa tiene todos los ingredientes para hacerla fascinante: mitología amazónica, intriga, crítica social e, incluso, humor.

En sus 9 episodios encontramos desplegados una serie de temas que, además de exaltar la riqueza natural, vislumbra algunos problemas vigentes, como el narcotráfico, la trata de personas y los negocios ilícitos apañados por el poder político. Javico inicialmente es narrador y testigo de los hechos, pero luego cumple un rol más activo. No es un superhéroe, sino más bien un detective aficionado que resuelve entuertos como en las series policiales de los 70. Es más, los rasgos físicos de este personaje se inspiran en Peter Wyngarde, actor de un programa televisivo de ese corte.

La recopilación de este cómic, más que un acto de justicia, es la reivindicación de un género que hoy mismo tiene exponentes de gran talento. Es increíble, de otro lado, cómo don Javier Flórez del Águila, médico neurólogo de profesión, haya llevado tan lejos un pasatiempo suyo y que hoy llega a nuevos lectores.