Resultados, efectos colaterales y consecuencias
Resultados, efectos colaterales y consecuencias

COLUMNISTA INVITADO:

FRANCISCO SAGASTI, CONGRESISTA DE LA REPÚBLICA POR EL PARTIDO MORADO

Una de las principales dificultades que tenemos los peruanos y peruanas es que nos enfocamos demasiado en los resultados inmediatos de nuestras acciones, pero no evaluamos sus efectos colaterales ni sus consecuencias de mediano y largo plazo. Pareciera que la precariedad con que viven muchos de nuestros compatriotas y la incertidumbre que caracteriza la vida peruana nos obligan a mirar solo el cortísimo plazo y centrar nuestra atención en lo inmediato. No nos ayudaron los años de hiperinflación y terrorismo, durante los cuales fue indispensable vivir de día en día, algo que terminó por volverse un hábito para muchos de quienes pasamos por esta traumática experiencia.

Pensar solo en resultados de corto plazo y en lo inmediato es contraproducente en la mayoría de los casos. Nos hace dejar de lado el impacto que tienen nuestros actos en quienes nos rodean, y las reacciones –muchas veces adversas– que pueden generar. Asimismo, esta manera de actuar no toma en cuenta las consecuencias que se derivan de nuestras acciones inmediatas, ni las oportunidades que abren o cierran en el futuro. Sin embargo, en un mundo cada vez más interconectado y complejo, y sobre todo en momentos de gran incertidumbre como el actual, es indispensable tomar en cuenta efectos colaterales y consecuencias.

Muchos de los debates políticos actuales están marcados por el inmediatismo. Los apresurados intentos de lograr la vacancia presidencial, a pocos meses de las elecciones y un cambio de gobierno, no toman en cuenta la incertidumbre y el caos que generaría reemplazar al actual mandatario en Palacio de Gobierno, nombrar un nuevo primer ministro y designar un nuevo gabinete, que debería presentar al Congreso su plan de gobierno (¿?) para unos seis meses. Todo esto durante la peor catástrofe de salud, económica y social de los últimos decenios, en medio de una campaña electoral, y cuando está en discusión el presupuesto público para el año del bicentenario de la independencia. Es más sensato profundizar las investigaciones sobre corrupción para presentar acusaciones sólidas e irrefutables al término del mandato presidencial en unos pocos meses, tal como lo manda la Constitución de la República.

Más aún, como lo ha propuesto el Partido Morado, en la actual y próxima legislatura podríamos adoptar una enmienda constitucional antiprófugos, que obligue al presidente, y también a los gobernadores regionales, a permanecer en el país por al menos seis meses una vez concluido su mandato con el fin de afrontar cualquier posible proceso judicial. En el pasado hemos tenido los “juicios de residencia” instaurados con este mismo propósito.

Tenemos otros casos de miopía política que no toman en cuenta efectos colaterales ni consecuencias futuras. En el Congreso hemos aprobado leyes que contravienen la Constitución; satisfacen momentáneamente a quienes las propusieron, pero generan expectativas que serán frustradas. También lo hacemos con normas legales, tales como las referentes a la devolución de fondos de pensiones, que ayudan a resolver problemas inmediatos, pero al costo de crear problemas aún más graves en el futuro cuando los aportantes sean adultos mayores. Pero no es esta una prerrogativa del Congreso, ya que autoridades del gobierno central y de los gobiernos regionales y locales frecuentemente actúan de la misma manera, sin tomar en cuenta efectos colaterales o consecuencias de segundo orden.

Muchas de estas decisiones se toman por desconocimiento, apuro, descuido o improvisación, pero otras son deliberadas. Hay quienes, pese a reconocer sus efectos y consecuencias negativas, simplemente deciden ignorarlos para lograr éxitos en el muy corto plazo; demuestran un grado de irresponsabilidad incompatible con el ejercicio de la autoridad política. También tenemos quienes simplemente no quieren informarse, exhibiendo una ignorancia deliberada, que los debería inhabilitar para ejercer cualquier cargo público.

En las próximas elecciones tenemos la posibilidad de elegir autoridades políticas confiables, responsables, dispuestas a tomar decisiones con base en la evidencia, y considerando no solo los resultados inmediatos, sino también los efectos colaterales y las consecuencias futuras. Luego de 200 años de frustraciones republicanas, esta sería una buena manera de empezar nuestro tercer siglo como nación independiente.

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