Remedios agrarios. (GEC)
Remedios agrarios. (GEC)

Cuando Marilyn Monroe quería aliviar el estrés se tomaba un sedante en cápsula. El 4 de agosto de 1962, la historia oficial diría que se suicidó tomando 40. Michael Jackson, para vencer el insomnio, tomaba un analgésico. El 25 de junio de 2009, por ansiedad, le recetaron un cóctel de ansiolíticos. La mezcla fue fatal, ese día moriría. Hipócrates dijo que las enfermedades aparecen por el desequilibrio de los humores y que, para curarlas, había que eliminar los excesos. Bajo esa lectura, hasta el siglo XIX se sangraba a los enfermos, debilitándolos aún más. A veces, el remedio es peor que la enfermedad.

Algo de eso pasó con la Reforma Agraria. En 1928, José Carlos Mariátegui había advertido el problema del indio y de la tierra en sus 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana. Manuel Scorza, en su saga de La guerra silenciosa, novelaba cómo los gamonales usurpaban tierras comunales, con la justicia como cómplice. Durante los 60, la Revolución cubana alentaba guerrillas y se luchaba por la tierra. Aparecía el lema Tierra o muerte y, bajo ese título, Hugo Neira escribía el ensayo de la víspera. Hace 50 años, cuando en 1969 Juan Velasco dictó la ley de Reforma Agraria, parecía inevitable.

El tiempo demostró que fue un fracaso económico. Se limitó a cambiar de dueño. Ignoró que la riqueza no nace de la propiedad sobre la tierra sino de su explotación, que exige relaciones comerciales y financieras. Transferida la propiedad a los campesinos, no supieron qué hacer. Hoy sobreviven pocas empresas nacidas de la reforma y ninguna es exitosa. El boom exportador de estos años se ha construido sobre tierras ganadas al desierto, que no eran cultivables entonces. En cambio, sí hubo éxito en lo social. Se reconoció ciudadanía al campesino, pudo votar, se recuperó a Túpac Amaru como héroe nacional y el quechua fue idioma oficial. Esos campesinos revaluados fueron los que en los 80 armaron rondas campesinas para derrotar a Sendero Luminoso en Ayacucho y en los 90 migraron a las ciudades para emprender mejorías.

La reforma quiso ser económica, pero solo fue política. Hoy el tema agrario es otro: infraestructura de riego, carreteras y puertos, cadenas de frío, logística, patentes de productos nativos, evitar deforestación, trasvase de aguas y un largo etcétera. De la política, falta decisión y compromiso a largo plazo. De la economía, falta planificación e inversión. Las dos cosas, interrelacionadas, no mezcladas. Es el difícil arte del remedio en la dosis adecuada. Lo demás mata.

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