La reciente nueva prórroga del Reinfo es un golpe mortal a la legalidad, y un espaldarazo a quienes amasan fortuna invadiendo, depredando y contaminando. En esta tierra hermosa y abundante, no es necesario crear ni innovar. Basta con extraer la riqueza del mar, del suelo y del subsuelo para hacerse millonario. Y sin pagar impuestos. ¿Para qué tributar si es más fácil sacarle la vuelta al Estado, ese monstruo burocrático e incompetente? Los mineros informales e ilegales tienen eso en común, le dejan el pago de tributos a la gran minería, a aquella que genera empleo formal y riqueza con responsabilidad social.
Y si bien, muchos mineros informales pequeños se esfuerzan por formalizarse, otros se esconden tras ello para escalar sus operaciones, fundar empresas fachadas, y lavar cientos de millones de dólares ilegales al año. Ser nuevo rico minero está de moda, no importa si ello implica promover el tráfico humano y de armas, el sicariato y la extorsión. Con tanto dinero, tampoco es extraño comprar autoridades y faranduleros, ni financiar campañas de amedrentamiento. Qué paradoja, ¿no?
La minería y la empresa formal están impedidos de financiar campañas electorales y representar sus intereses en el Congreso, pero los mineros ilegales lo hacen con total descaro. El Reinfo es el mejor ejemplo de ese lobby político en la sombra. No importa que en dos décadas solo haya servido como licencia para delinquir.
Mientras esta nueva extensión fue promovida por tres proyectos de ley de congresistas de cuestionable motivación, otro proyecto de ley de mi autoría para eliminar del Reinfo de manera definitiva, ni siquiera obtuvo las firmas para su presentación. Con la avenida Abancay tomada por manifestantes, en el hemiciclo del Congreso se respiraba un aire a temor. Ningún grupo político tuvo el coraje de alzar la voz para oponerse al Reinfo. A eso hemos llegado, a un Parlamento extorsionado por hordas violentistas, maniatado e incapaz de defender la legalidad. Pero si lo del Congreso fue una derrota humillante, el Ejecutivo no se quedó atrás: vio a su ministro de Energía y Minas censurado porque fue incapaz de presentar una ley MAPE que ponga fin al desorden. Lejos de proponer un nuevo proceso de formalización, se dejó presionar y le tiró la papa caliente a un Congreso pusilánime.
Qué duda cabe, somos el país donde los malos ganan y el crimen paga. La minería ilegal de hoy ha superado de lejos al narcotráfico de los 80.
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