La CCL se pronunció sobre la cuestión de confianza que planteó el presidente Martín Vizcarra al Congreso. (Foto: GEC)
La CCL se pronunció sobre la cuestión de confianza que planteó el presidente Martín Vizcarra al Congreso. (Foto: GEC)

Las reacciones al mensaje a la Nación que dirigió el presidente Martín Vizcarra el miércoles último han sido de opuesto sino y casi todas muy significativas –algunas francamente desopilantes como las de la mayoría parlamentaria, reforzando la imposibilidad de cualquier reelección presidencial o “vicepresidencial”–, pero ninguna con el calado del pronunciamiento de la Asamblea Nacional de Gobiernos Regionales.

Como se recordará, cuando el jefe de Estado dio su discurso, se presentó acompañado, además de todos los ministros del gabinete, por representantes de los gobiernos regionales del país, quienes difundieron un comunicado en el que, dejando de lado discrepancias territoriales y tintes políticos, en la práctica, respaldan la decisión presidencial de plantear la cuestión de confianza, en defensa de la reforma política por la que el pueblo votó en el referéndum.

En lo que constituye un pronunciamiento en bloque, sin precedentes en nuestra historia política reciente, estas autoridades reclaman al Congreso de la República su escasa o nula disposición de dar curso a esta reforma, poniendo así en riesgo las inversiones públicas y privadas que urgentemente necesitan las poblaciones que representan, pues con su incesante labor obstruccionista solo desalienta la lucha contra la corrupción y aumenta la conflictividad social en el interior del país.

No les falta razón. Como todos los peruanos, los gobernadores regionales –que tendrán también que responder ante sus electores– están cansados de que un sinfín de proyectos de desarrollo queden estancados en los tejemanejes del Poder Legislativo o se paralicen al descubrirse indicios de corrupción cuyos responsables políticos luego quedan impunes gracias a sucesivos blindajes que justamente la reforma política busca erradicar. Si algo ha unido a estos representantes es, pues, su indignación ante el desprecio de un Congreso obstruccionista por lo que sucede en las provincias.
Queda claro que el presidente definitivamente no está solo.