(Foto: Óscar García).
(Foto: Óscar García).

En los últimos días, ha surgido nuevamente la propuesta de cambiar la Constitución. Aquella propuesta es ofrecida como la solución a todos los problemas del Perú. Sin embargo, hay un concepto erróneo entre quienes creen que la carta magna funciona como una varita mágica o una lista de deseos, porque la realidad no se adapta al papel, es el papel el que se tiene que adaptar a la realidad.

La realidad demuestra que, a pesar de que la Constitución garantiza el derecho al acceso al agua potable, aproximadamente 8 millones de peruanos no cuentan con agua potable en sus hogares, y aquello demuestra dos cosas: 1) la Constitución puede decir muchas cosas, pero eso no significa que en realidad se cumplan; 2) los grandes problemas del país no son problemas constitucionales, sino de administración y gestión. Es decir, funcionarios que, por corrupción o ineficiencia, no administran bien los recursos del Estado.

Entonces, ¿se necesitan reformas constitucionales? Por supuesto que sí, se necesitan reformas como crear un Senado, reformar la inmunidad parlamentaria y la destitución presidencial, o implementar la renovación por tercios y mitades en el Congreso. Pero para ello no se necesita una nueva Constitución, sino reformar la actual que, a pesar de sus grandes falencias, ha permitido que el Perú reduzca la desigualdad y pobreza a los niveles más bajos de toda su historia.

Por ello, las exigencias de cambio tienen que venir con dosis de responsabilidad. Las reformas que necesita el país para no volver a tener una crisis de gran magnitud se pueden realizar sin necesidad de una nueva Constitución. Además, nada garantiza que una Asamblea Constituyente tenga mejores representantes que el actual Congreso. La Constitución necesita reformas, pero deben darse con responsabilidad.