Las elecciones municipales y regionales se llevarán a cabo este 7 de octubre. (Foto: USI)
Las elecciones municipales y regionales se llevarán a cabo este 7 de octubre. (Foto: USI)

La firma del Pacto Ético Electoral puede verse como una buena práctica, pero es un saludo a la bandera. Miren lo ocurrido en elecciones anteriores y considérenlo cuando evalúen las de este año. Su único efecto concreto es que marca el inicio real de la disputa electoral que hasta el momento está definida por el desinterés ciudadano, la desinformación y el exceso de candidatos (¡20 en Lima!).

En ese contexto, la bronca por la reforma del CNM, el financiamiento de los partidos políticos, la bicameralidad y la reelección de congresistas no ayudará mucho a que las campañas para alcaldes y gobernadores agarren vuelo. La coincidencia de ambos asuntos en tiempo y espacio ya está drenando la poca energía y atención que la gente está dispuesta a poner en el debate público. El mayor riesgo, por su peso e importancia, es que lo nacional termine liquidando a lo local, con la consecuente degradación –aún más– de los asuntos subnacionales.

Las propuestas de reforma judicial y política responden a una estrategia política, no de políticas públicas. Es politics, no policy, para que los ppkausas lo entiendan. Pero en ese impulso, Vizcarra y compañía no pueden descuidar los efectos colaterales que implica forzar que el referéndum coincida con las municipales y regionales del 7 de octubre.

No existe suficiente espacio en los medios ni en el día para comprimir lo nacional con lo local. Más si las reformas propuestas están incompletas y necesitan de un aterrizaje sencillo para que la gente entienda las consecuencias reales de lo que está votando. Además, los temas locales necesitan urgente atención, pues su abandono ha originado que nuestras ciudades estén al borde del colapso y gobernadas por delincuentes. Las elecciones de octubre deben tener luz propia y el referéndum su propia atención.